En los últimos días las ondas informativas se han llenado de buenos augurios para el año 2020.
Los voceros del gobierno y del partido en el poder (Morena) han articulado un discurso coordinado sobre temas económicos, políticos, sociales, de seguridad y política exterior que deben llenar el oído nacional de gran optimismo.
Claro, se entiende que todo gobierno hace lo mismo: optimismo, buenos augurios y bienestar se combinarán para hacer de 2020 el mejor año en la historia de México.
En primer lugar de la lista oficial de logros está la “inminente” aprobación del T-MEC, entre México, Estados Unidos y Canadá.
Los pronósticos sobre su aprobación han fallado sistemáticamente, primero se dijo octubre, después noviembre y luego diciembre. Ahora en Canadá dicen que será hasta marzo.
El gobierno promete que al aprobarse habrá prosperidad en México, a pesar de ser un pacto neoliberal.
El segundo mensaje es la afirmación de que la Guardia Nacional ahora sí va a detener la ola de violencia y homicidios que azota al país.
Existe confianza de que los problemas de desorganización interna de la Guardia Nacional y su falta de coordinación con otras unidades de las fuerzas de seguridad del país han quedado atrás. Nunca se repetirá un Culiacanazo, dicen.
Esto, a pesar de que el presupuesto aprobado para el año 2020 no expresa confianza gubernamental hacia ese cuerpo: no se le otorgan salarios para sus integrantes, lo cual permite deducir que seguirán mandando los elementos de las Fuerzas Armadas.
La Guardia Nacional seguirá siendo una entidad existente solamente sobre papel.
En tercer lugar, el mensaje oficialista va directamente a los beneficiarios de los fondos públicos que reparte el gobierno: “nunca les había ido mejor”. Hay confianza de que ese reparto de dinero, junto con el aumento de 20 por ciento al salario mínimo, servirán como resorte para estimular el consumo nacional y, por tanto, promoverán el crecimiento económico.
Reza la lógica oficial que los beneficios del dinero público se sentirán inmediatamente en la economía y el bienestar de las familias.
Por último, el mensaje oficialista es inequívoco: México es un país unido por una nueva unanimidad. No se necesitan partidos de oposición. Todos están contentos con el rumbo del país y la disidencia es sólo atribuible a corruptos y/o desquiciados.
Este razonamiento concluye que el oficialismo no tiene necesidad alguna de sentarse a dialogar con la oposición. Por tanto, no lo hace, no lo ha hecho y no lo va a hacer. Es un gobierno que no quiere oír ni ver.
Éste es el menaje optimista del gobierno para 2020.
¿Qué dice la realidad? A nueve días de haberse inaugurado un nuevo año, el Banco Mundial redujo su pronóstico sobre el crecimiento económico de México en 2020. Con cero crecimiento en 2019 como arranque, redujo su pronóstico de 2 por ciento previo a 1.2 por ciento.
Esto es importante porque significa que los operadores económicos internacionales calculan que el gobierno de México está anclado en fórmulas económicas que no van a favorecer el crecimiento del país.
Desestiman el impacto de los programas sociales como factor de significativo estímulo económico y observan que la inversión privada no está convencida de que existe una oferta económica viable y realista del gobierno.
Por otro lado, expertos en materia de seguridad y gobiernos de otros países ven en la administración un manejo entre ingenuo y equivocado de los problemas de violencia y homicidios, más ideológico que realista.
La Guardia Nacional sigue siendo una aspiración, no una realidad. Ese manejo ingenuo genera la sospecha de que existan acuerdos inconfesables entre el crimen organizado y el gobierno que impedirán, obviamente, un combate eficaz a la criminalidad.
Una manera de ver el Culiacanazo es que sucedió como sucedió debido a la existencia de acuerdos previos.
Por otro lado, si el gasto social no descansa sobre una economía en crecimiento, pronto se convertirá en un fenómeno de deterioro de las finanzas públicas y objeto de conflicto serio con los agentes económicos nacionales y extranjeros.
Un gasto sin sustentabilidad hará que el país corra riesgos, especialmente en los términos de incorporación de factores contra el estímulo al crecimiento.
Un país sin diálogo democrático interno rápidamente dejará de ser una opción atractiva para la inversión, el turismo y las remesas.
El país ya pierde su lugar en el mundo con un Presidente que se niega a viajar, a conocer otros sistemas y divisar los problemas de otros. En una palabra: a aprender de otros.
La versión oficialista de 2020 es tentadora. Pero hay que prepararse para un año lleno de problemas.
POR RICARDO PASCOE
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