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Muñoz Ledo: Nombre es destino

OPINIÓN

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Muñoz Ledo fue respetado, respetable y temido. Poseedor de una fina ironía y de respuesta rápida y certera, gustaba de fulminar con la inteligencia a los que siempre consideró ignaros, aunque en la administración pública fuesen sus superiores.

Inteligencia, fue lo que vieron en él Jaime Torres Bodet, Ignacio Morones Prieto, Luis Echeverría Álvarez… y también hubo quienes lo desdeñaron por temible. José López Portillo, más vanidoso que Muñoz Ledo, nunca le perdonó que le hiciera saber que él corregía los discursos que habría de dar el secretario de Hacienda, y que lo hacía por instrucciones presidenciales.

Sin embargo, se las apañaron para la campaña presidencial 1975-1976, que fue muy difícil porque no hubo contendientes; sin embargo, como aficionado al box, Muñoz Ledo sabía algo de cómo hacer rounds en la sombra para lucir bien, e hizo que el candidato del PRI brillara por él mismo.

La única propuesta educativa inteligente después de la gestión de José Vasconcelos, fue presentada al presidente de México por Muñoz Ledo en septiembre de 1977; dos meses después fue fulminantemente cesado por haber tenido éxito y gracias a las intrigas de Rosa Luz Alegría y Benjamín Hedding Galeana.

Se despidió, consciente de que, en política como en los toros, siempre se puede regresar, y lo hizo, con un único propósito, una obsesión que forjó su carácter y determinó su vida: ser presidente de México.

En algún momento de las conversaciones que sostuve con él como su subordinado y “amigo” -heredé ese afecto gracias a mi padre-, me confió que él debiera tomar el lugar que dejaba desierto Emilio Uranga, y convertirse en la conciencia nacional. Lo insté a ello. En otros reencuentros y distintos contextos, le pregunté ¿para cuándo ese proyecto licenciado?

-¿Quiere encerrarme a escribir, Gregorio? Eso es para los viejitos.
No lo hizo, a pesar de tener una gran pluma y un profundo conocimiento de la historia de México y las necesidades de los mexicanos, de las exigencias del Estado, de los requerimientos para hacer del proyecto de la Revolución un éxito, pero todo lo pospuso para dar cauce a su obsesión, y en ese camino arrancó al sistema reformas que de otra manera no se hubieran logrado.

La interpelación a Miguel de la Madrid Hurtado fue una fisura mayor al presidencialismo como modelo agotado, más profunda y seria que la causada por el 2 de octubre, el 10 de junio y el combate a la guerrilla; más profunda y seria que lo que hoy significa la ausencia del Estado en esos lugares donde mangonea la delincuencia organizada.

Incansable promotor de la reforma del Estado y la necesidad de pasar de la alternancia a la transición, terminó por ceder a su obsesión y el significado de su nombre, que en él es su destino, para dejar de ser Muñoz Ledo, y empezar a identificarse como don Porfirio.

POR GREGORIO ORTEGA
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio

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