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El impulso al caos

Estudios muestran que hasta 40% de quienes votan por candidatos "antisistema" lo hacen con la intención de generar caos. No necesariamente para construir algo mejor, sino para hacerle daño al prójimo

OPINIÓN

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Mi padre, figura estelar de la comentocracia mexicana del siglo XX, lo llamaba el animus jodendi. Es cuando en el ser humano surge el deseo de perjudicar a otro ser humano y eso se convierte en su motivación política. Mi papá lo usaba para explicar por qué México se mantenía en el subdesarrollo. En la cultura popular esto mismo se describe en la vieja historia de los cangrejos en la cubeta que, en el momento que uno se trata de salir, los otros lo jalan para abajo.

Aarhus University y Temple University de 2018 le llaman "need for chaos" (NFC, por sus siglas en inglés), que es el impulso al caos. En su encuesta, que acaba de ganar el premio de la Asociación Americana de Ciencias Políticas, muestran que hasta 40 por ciento de los votantes del candidato republicano en 2016 simplemente querían que las instituciones políticas de su país se incendiaran. Es una especie de nihilismo político misántropo que da luz a los peores y más destructivos instintos de los seres humanos.

Queda claro que este instinto siempre ha existido. De hecho, la esvástica nazi era un símbolo sánscrito volteado que, en su manifestación original, significaba "deidad" u "orden". En su versión perversa, significa caos. Fue ese mismo impulso al caos –ese deseo de que el orden colapse– lo que motivó a muchos votantes en 2016, según el estudio. Todavía no existe información sobre México, pero la violencia explícita de un segmento importante de apoyo al actual gobierno sugiere que, también, fueron motivados más por el daño que pudiera causar su activismo al "otro" que por el beneficio político que pudiera brindar al país.

¿Qué le dio tanto poder a la misantropía nihilista de estas odiosas minorías? Las redes sociales. Según el estudio, citado posteriormente en The New York Times, éstas permitieron que actores políticos que normalmente vivían en el anonimato pudieran crear y repetir teorías del complot basadas sobre las mentiras más perversas. De ahí las locuras acerca de que Hillary Clinton encabezaba una red de pedófilos que se reunían en una pizzería de Washington. De ahí las viles mentiras acerca de que el presidente Obama no era ciudadano estadounidense y, por ende, era espurio.

Sospecho que la mayoría de los "radicales de fin de semana" dejarían de serlo si sus instintos misántropos realmente les llegaran a afectar. Sin embargo, como Alemania aprendió después de su borrachera nihilista, los costos de darle rienda suelta a los fanáticos del mal pueden ser los más altos.

Lo más preocupante es que todavía no sabemos cómo enfrentar este riesgo existencial. Pero podemos empezar con enfrentar a quienes diseminan rumores y acusaciones incendiarias en nuestros grupos de WhatsApp o Facebook. Tenemos que enfrentar a quienes buscan destruir nuestras sociedades con el mismo fervor que ellos tienen al buscar hacernos daño.

POR AGUSTÍN BARRIOS GÓMEZ
PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN IMAGEN DE MÉXICO Y CONDUCTOR DE ADN40 NEWS
@AGUSTINBARRIOSG


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