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Soberanía, globalización y neoliberalismo

OPINIÓN

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Hoy y mañana los mexicanos manifestamos, de una u otra manera, la esencia de lo que el artículo tercero constitucional sembró como nacionalismo, idea de patria y sentido de pertenencia. Son los sentimientos de la nación que actualmente no tienen cabida en ningún ámbito, ya sea interno, o internacional.    

Lo advirtió Manuel Camacho Solís en los días que coqueteó con la posibilidad de ser presidente de México: el concepto de soberanía debe modificarse. Y sí, para hacer realidad una disminuida idea o concepto o precepto de ese calibre e importancia, o se es el Imperio (Rusia, China, Estados Unidos), o aliado de alguna de esas tres fuerzas económicas que, por el momento, se empeñan en definir el futuro del mundo, sea de manera sustentable, o no, porque saben que para sobrevivir ellos, requieren de naciones esclavas, o que lo parezcan.

     Lo que ahora padecemos me recuerda a esos pleitos de cárteles rivales, en los que, por sí o por no, te pescan en medio, porque han descubierto que tu territorio, tu gente como fuerza laboral, lo que produces, de algo les sirve, aunque sea para denostarte con el propósito de que les reditúes votos en las elecciones, o para que entre ellos se favorezca un sentimiento de unidad contra lo extraño, lo feo, lo exógeno, lo que hace daño.

     En su momento debimos de tomar nota de lo señalado por Samuel P. Huntington en El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, porque los mexicanos enfrentamos un dilema mayor, al haber sido modelados por un sincretismo peculiar y arraigado como en ninguna otra nación.

     Escribió Huntington hace 5 lustros: “… Los pueblos y países con culturas diferentes se están separando. Los alineamientos definidos por la ideología y las relaciones con las superpotencias están dando paso a alineamientos definidos por la cultura y la civilización… En este mundo nuevo, sin embargo, la identidad cultural es el factor fundamental que determina las asociaciones y antagonismos de un país”.

     De alguna manera los cristianos que crearon el Instituto Lingüístico de Verano percibieron lo difícil que sería fisurar el sincretismo que caracteriza hábitos, costumbres e identidad cultural de los mexicanos, y por ello se han mostrado incansables en el territorio nacional, para que modifiquemos nuestra manera de ser, nuestra representación del mundo y sus valores, y nos sumemos al proyecto estadounidense… aunque como cola de león, porque ni siquiera desean dejarnos el espacio de la cabeza de ratón.

     Lo que no anticiparon los integrantes de la Familia Revolucionaria, ni la élite del PRI o de Acción Nacional ni de la Revolución Democrática, es que las ideologías y la cultura serían sustituidas por un cristianismo evangélico que es semilla de discordia. Lean a Patria Highsmith en Gente que llama a la puerta, y así podrán enterarse de la manera en que proceden para ganar “fieles”.

POR GREGORIO ORTEGA

POR GREGORIO ORTEGA MOLINA

@OrtegaGregorio

www.gregorioortega.blog  

ags