Un mismo destino trágico

El apellido Ascari es sinónimo de pasión por las carreras de coches, y también de una fatídica desgracia que marcó dos épocas dentro del automovilismo

Antonio y Alberto son dos intrépidos italianos. En este caso, padre e hijo. Los dos estuvieron unidos por la misma pasión: las carreras de coches. Pero ni siquiera el trágico final del primero hizo desistir al segundo de seguir los pasos de su padre. Antonio comenzó a correr en aquellos años difíciles que siguieron a la Gran Guerra, que en su devenir había detenido toda actividad deportiva y destinado el trabajo de las fábricas a crear material bélico. Y fue en la mítica carrera de la Targa-Florio, donde despuntó por su arrojo, cuando Alfa Romeo delineaba un futuro promisorio con el P1 al que se le pintó un trébol de cuatro hojas. El famoso cuadrifoglio de Ascari se convertiría en un emblema de la marca milanesa, y un homenaje permanente a la memoria de Ugo Scivocci, fallecido en un accidente. La muerte de Antonio Ascari ocurrió en el circuito francés de Montlhery, el 26 de julio de 1926. Lideraba la carrera a bordo del P2 diseñado por Vittorio Jano. En la vuelta 23, el coche golpeó contra una de las vallas y volcó, provocándole graves heridas que no pudo superar. El pequeño Alberto tenía sólo 7 años cuando sucedió esta desgracia. Y quizá en aquella infancia recordaba el trance una y otra vez, con el profundo dolor de quedar huérfano. Pero años más tarde, el padrinazgo del propio Ferrari constituyó un hecho fundamental para su carrera, y fue precisamente al mando de un 125 con el que corrió la primera temporada de la era moderna, en 1950. En 1952 acabó quinto, y al año siguiente, terminó como campeón del mundo, un puesto por delante de Nino Farina. Al año siguiente mantuvo la consistencia y se coronó por segunda vez en fila, todo un logro que le produjo una inmensa alegría a Ferrari. Pero en 1954, su equivocada decisión de contratarse con Lancia le pasó una factura, y no fue siquiera la sombra de los dos años previos, y acabó en el lugar 25 de los pilotos. En Monte Carlo sufrió un grave accidente a bordo del D250, cuyo dorsal era el 26, el mismo que llevaba el coche de su padre el día de su muerte. ¿Acaso era una premonición? Ascari se estrelló contra la barrera y el Lancia se precipitó al agua, de donde fue recuperado horas más tarde mientras el milanés se rehabilitaba en el hospital. No habían transcurrido ni cuatro días del susto, cuando fue a Monza a hacer unas pruebas para Ferrari. La amistad con Enzo aún perduraba, y estas prácticas al mando de un nuevo deportivo eran un guiño para que volviera a correr para la firma. Ascari se estrelló en una de las curvas más veloces del circuito y perdió la vida. Su muerte fue un duro golpe para Enzo, que tanto había querido a su padre, y ahora veía morir al hijo en uno de sus bólidos. Así fue como el círculo se cerró. Un último giro con el mismo destino trágico. Por Juan Antonio de Labra lctl