¿Economía, pantomima o realidad?

El juego con las cifras económicas está llegando a niveles de pantomima: ya nadie sabe qué es juego y qué es real. Qué es en serio y qué es inventado. Y todo ello está diseñado para que, llegado el momento, el gobierno pudiera desmentir cualquier crítica emanada de la cruenta y traicionera realidad.

Todo sale a relucir por un hecho que, visto a distancia, movería simplemente a risa. 

El gobierno festinó como una gran victoria política sobre los agoreros del mal y una victoria moral sobre todos los expertos económicos.

Resulta que el 0.01 por ciento de crecimiento es considerado un logro y demostrativo de los aciertos en la conducción económica y, además, de la mala fe de los críticos del régimen.

Los que festinan los logros del gobierno no reparan en tres cosas, dos de ellas políticas y la tercera de significación económica.
En primer lugar, hace algunos años el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, pero entonces en la oposición, criticó el anuncio de Banxico de que la economía había crecido un magro 0.08 por ciento. El entonces líder opositor dijo: “eso no es crecimiento”. Y tenía toda la razón. Pero entonces salta a la vista la contradicción con lo que dice ahora: antes 0.08 no era crecimiento, pero hoy, en su gobierno, 0.01 por ciento sí es crecimiento.

Por otro lado, ha sido una línea política central de la narrativa de la Cuarta Transformación el desacreditar las estadísticas oficiales emanadas de organismos públicos y privados considerados como “enemigos del cambio” por el propio gobierno. 

Prácticamente no hay dato, ni existirá ninguno, que no sea sujeto a escrutinio para evaluar su procedencia y su oculta intencionalidad.
Datos sobre la economía y su desempeño en tiempos de la 4T son particularmente sospechosos de ser manipulados para dañar la reputación del gobierno. Organismos internacionales y las calificadoras son la encarnación del mismísimo diablo.

Entonces, en este caso, ¿por qué creerle el 0.01% al Inegi? Principalmente porque el gobierno se había resignado a un negativo -0.02 por ciento de estimación para el trimestre. Por lo tanto, y en ese caso, 0.01 por ciento positivo es un éxito rotundo. 

Bueno, sigue siendo crecimiento cero, pero ese “01” le dio un respiro al gobierno. Un gobierno que niega todos los datos económicos, y que asegura que tiene otros datos, y de repente festeja un dato como 0.01 por ciento es un gobierno que no crea ni propicia confianza ni credibilidad.

Pero lo más grave de todo esto es que el gobierno, en las personas del Presidente de la República y el secretario de Hacienda y Crédito Público, se reunieron, ese mismo día, con los capitanes de la economía nacional, como si hubiera algo que festejar.

Y, por enésima vez, hicieron compromisos de nueva cuenta que ya habían hecho antes y que no cumplieron. 

Es decir, fue un encuentro entre un gobierno cuya palabra no es acreditable ni creíble y un sector privado totalmente escéptico y repleto de dudas.

El problema de este escenario –un gobierno poco creíble y un sector privado escéptico– es que no es la mejor situación para construir prosperidad. Lo que es el cimiento y piedra filosofal de la prosperidad y el crecimiento es la confianza.

Sin ella, no habrá inversión y disposición a arriesgar, que es la necesaria actitud de los inversionistas. Y se arriesgan cuando hay claridad sobre las reglas del juego.

Los empresarios acudirán a cuanta reunión se les convoque para dialogar con el Presidente. Incluso, dirán que crecer 4 por ciento también es su meta y que invertirán todo su dinero para cumplir ese anhelo. 

Pero siempre rematan: los compromisos de las partes deberán cumplirse y las reglas respetarse. 

Y, hasta ahora, su percepción es que el gobierno de la 4T no cumple con sus compromisos, como tampoco respeta las reglas pactadas. 

Así, México no va a ir a ningún lado. Ese es el problema. Porque, como ya se ha comprobado, sin crecimiento económico no puede haber desarrollo. 

El voluntarismo no sustituye al análisis partiendo de datos certeros y confiables, como tampoco sustituye a los proyectos bien elaborados y estratégicamente pensados, no en función de premisas ideológicas basadas en supuestos nunca bien explicitados.

El problema del juego infantil e improductivo de decir “yo tengo otros datos” es que pone al éxito del país como tal en riesgo.

La supeditación del avance económico a un esquema o modelo teórico imaginario y excesivamente ideologizado es que puede llevar a la nación a un desastre que, estoy cierto, nadie quiere.

Estamos a tiempo para rectificar. Para decir: “el 0.01 por ciento es terrible, por lo que debemos, entre todos, construir otro rumbo”. 

Eso diría el gran estadista, el que mira por encima del mundanal ruido de la pantomima del “yo tengo otros datos”.

POR RICARDO PASCOE
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@RPASCOEP

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