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No olvidemos a los partidos políticos

No sólo les debe retirar el ciento por ciento de financiamiento; es imperioso fiscalizarlos rigurosamente

OPINIÓN

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Si bien en algún momento se vio en los partidos políticos una ruta viable para el desarrollo de la vida democrática del país, hoy podría decirse lo contrario, pues el auge partidista lo único que hizo fue engrosar las filas de la clase política y nunca benefició a la sociedad.

En términos académicos tal vez haya quienes aún puedan sostener que la existencia de los partidos es necesaria para mantener la democracia como hoy la conocemos, sin embargo, hay una creciente mayoría de ciudadanos que nos hemos dado cuenta que más que instituciones democráticas, los partidos son clubes cerrados en cuyas filas pueden militar muchos, pero el acceso a los cargos públicos son cosa de familia y amigos. Lo mismo en el PRI que en Morena; el PRD o el PAN, o los negocios personales como MC, PVEM, PES o PT, la constante es ver a los mismos personajes rotando de partido y de cargos como si fuera nuestra obligación mantener sus privilegios, basados en la corrupción y el oportunismo.

Basta con analizar la ascendencia de las personas que tienen algún cargo público o de representación popular, para darse cuenta que no son pocos los espacios ocupados por personas improvisadas, y la gran mayoría pertenecen a hijos, hermanos, primos, sobrinos, amantes, etc. de algún político de antaño. Y esto resulta cada vez menos novedoso para la mayoría de la población, sin embargo, continúa ocurriendo al amparo de la ley y de la protección que se otorgan entre políticos. Es común ver a un político hoy acusando a un partido opositor de corrupto y maligno para el país, y luego sumándose a él cambiando radicalmente su discurso –véase el caso de Miguel Barbosa, gobernador de Puebla.

A estas alturas no sería descabellado culpar a los partidos políticos de la situación actual del país, pues mientras ellos se han ocupado de la grilla, los acuerdos, la repartición de cargos, la sucesión de los líderes políticos en desgracia y otras banalidades, el país se ha sumido en la pobreza, la violencia y la desesperación total.

Ahora, ante los reclamos generalizados de quitar el total del financiamiento público a los partidos, todos ellos han iniciado un discurso que apunta a sacrificar una parte de este financiamiento, en aras de atender esta demanda social, con la clara intención de mantener una parte de los privilegios que históricamente habían conseguido.

Sin embargo, nuestra exigencia no cesará hasta que se les retire 100% de los recursos públicos de los que disfrutan, porque no nos hacen ningún favor devolviéndonos el dinero que nos pertenece. Reitero mi propuesta de quitar 100% del financiamiento público a los partidos y endurecer la fiscalización que lleva a cabo la autoridad electoral.

POR LORENA LOSORNIO
COLUMNISTA INVITADA

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