El país está entrando en una fase de incertidumbre grave. Existen temores fundados de que el rumbo de la República está extraviado, que las políticas públicas de este sexenio están desorientadas, que el gabinete no está a la altura de los desafíos de la nación y que no existe la serenidad y templanza para rectificar.
La realidad, terca, termina siempre por imponerse a los discursos, los decretos o los deseos.
En seis meses han salido de México 160 mil millones de pesos. La tendencia se aceleró en las últimas semanas. Los tenedores de bonos no siempre saben: olfatean. Intuyen. Se van.
La desconfianza, en economía, mata.
Esta se origina en la falta de consistencia. El discurso va por un lado y las acciones por otro. La falta de congruencia del gobierno, y en particular del Presidente, alertan a los mercados.
La intención confesa de refundar el país, de iniciar un ciclo histórico, no se corresponde con la designación de funcionarios de baja calidad.
La centralización creciente del poder demanda rodearse no de los mejores, sino en mediocres, pero sumisos.
De ahí que la destrucción de la administración pública sea sumamente acelerada y alarmante.
Las renuncias y el caos son registrados puntualmente por los inversionistas.
El resultado es el desplome de la actividad económica, en especial la del sector industrial, en donde la industria de la construcción, por ejemplo, tuvo un temible descenso de 9 por ciento en un año.
De ahí la destrucción del empleo: 14 mil plazas perdidas el último mes.
Digámoslo claro: este rumbo no es sostenible.
No es posible que el gobierno tenga menos ingresos y gaste más.
La recaudación se ha mermado por la falta de crecimiento, la precaria generación de empleo y exenciones en el norte del país.
Ahora se reduce la contribución de Petróleos Mexicanos. Todo el presupuesto se basaba en un crecimiento superior a 2 por ciento. No llegará ni a la mitad.
Cuando uno gana menos, debe gastar menos. Pero no. Al Presidente de la República le urge regalar dinero. Le urge inyectar recursos a Pemex. Iniciar la refinería de Dos Bocas. El Tren Maya. Santa Lucía. Proyectos con rentabilidad.
La situación no es peor, porque, a fin de cuentas, nos ha sonreído la fortuna: Trump mantiene a la economía andando, el dólar está débil, las tasas en el mundo están bajando y por ello se ha metido al mercado mundial más de 10 billones de dólares, la guerra sino americana ha favorecido a las exportaciones nacionales.
Pero eso no durará mucho.
Vendrán en las próximas semanas eventos complejos: la posible baja en la calificación de Petróleos Mexicanos y luego del país; la previsible trabazón del T–MEC; los estragos sobre el sector turístico de la nueva política.
Una economía que tenía fundamentos sólidos hoy está con alfileres.
Hay que tener cuidado: alguien, cada mañana, a las 7, lucha por quitárselos.
POR FERNANDO VAZQUEZ RIGADA
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Quitando alfileres
La falta de congruencia en las políticas del gobierno mexicano, y en particular del Presidente de la República, alertan a los mercados