Nuevo Régimen, viejo autoritarismo

La ley garrote ha sido asociada a la refinería de Dos Bocas, con dedicatoria para contener protestas y marchas

Hace unos días, el Congreso de Tabasco aprobó una iniciativa que al nacer se ganó, a mi parecer con toda justicia, el merecido mote de ley garrote. Se trata de un conjunto de normas que sancionan las protestas que cierren caminos y calles en la tierra del presidente Andrés Manuel López Obrador, que en el peculiar mundillo de la política mexicana ha sido, y a las pruebas se remite, el Señor de las Marchas. La ley y sus alcances han sido asociados de manera inmediata a la refinería de Dos Bocas, una ley con dedicatoria para contener las protestas y las marchas que con seguridad surgirán una vez que el gobierno logre empezar las obras de este que es uno de los proyectos insignia de la Cuarta Transformación. La ley aprobada por la mayoría del partido en el poder, Morena, en Tabasco, es un pretexto para revisar el autoritarismo y sus métodos, formas y contrastes en los últimos cinco gobiernos, tres del PRI y dos del PAN, y los rasgos que está cobrando con rapidez en el gobierno del presidente López Obrador. En el gobierno de Carlos Salinas el autoritarismo se expresó en la cruenta persecución de los adversarios políticos y el asesinato de más de 600 perredistas, así como en la imposición de nuevas leyes y reformas constitucionales de manera unilateral y sin el consenso de las oposiciones. La administración de Zedillo abrió los brazos a una renovada política de autoritarismo económico al aprobar con el voto de la mayoría legislativa del PRI, el rescate bancario que ha costado a los ciudadanos más de 900 mil millones de pesos en pago de deuda e intereses. La matanza de 47 indígenas en Acteal, Chiapas, y de un grupo de campesinos en el ejido de Aguas Blancas, Guerrero, representan dos de los hechos más atroces vinculados al autoritarismo ejercido y tolerado desde el poder en el régimen priísta. El autoritarismo de Calderón sembró el país de cientos de miles de muertos. Después de ganar con 30 millones de votos, AMLO ha empezado a esculpir sus propias expresiones de autoritarismo por imposición, tolerancia u omisión, como en su tiempo Salinas y Zedillo. La ampliación del gobierno de Bonilla en BC, de dos a cinco años, y la ley garrote para contener manifestantes en Tabasco (la tierra del Presidente, para que la cuña apriete), son hasta dos monumentos al autoritarismo en la Cuarta Transformación. Nuevo régimen, viejas expresiones. ¿Qué gana el Presidente más legítimo de la historia tolerando o mirando a otro lado ante estas formas de gandallismo que parecen extraídas de La ley de Herodes de Ibarguengoitia? ¿Más tiempo en el poder es sinónimo de un buen gobierno en Baja California? Suena bien, pero lo dudo, cantaría José José. ¿Una ley para apalear opositores hará exitosa a la refinería de Dos Bocas y resolverá la controversia que el proyecto arrastra? El gobierno de AMLO está enfermo de voluntarismo y no deja de renguear en estrategia. POR WILBERT TORRE WILBERTTORRE@GMAIL.COM @WILBERTTORRE lctl