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Todos los Jeffrey Epstein de nuestro país

Ahí está el ex espía argentino Raúl Martins y su negocio de explotación sexual en Cancún; Ignacio Santoyo y los fundadores del sitio Zona Divas

OPINIÓN

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Durante años, tú y yo vimos cómo el mundo se rendía a los pies de un monstruo. Un violador de niñas, un depredador sexual, también un talentoso inversionista que, como millonario filántropo, dedicaba su tiempo libre a pagar las colegiaturas de cientos de estudiantes desfavorecidos en el planeta.

El mundo le conoció como Jeffrey Epstein y lo adoró como un dios: un humilde maestro de matemáticas en Nueva York que ingresó a un banco de inversiones como el eslabón más pequeño y subió como espuma de champaña hasta lo alto de la firma Bear Stearns y luego fundó su influyente despacho, J. Epstein & Co., donde parecía predecir el futuro y adivinaba las más jugosas inversiones para sus clientes, entre ellos, presidentes, billonarios y hasta un príncipe.

Su círculo más cercano le escondía al mundo que detrás de su fachada de benefactor había un monstruoso pederasta que violaba a las mismas niñas que ayudaba, a quienes hacía volar en su jet privado hasta su mansión en Palm Springs, donde organizaba orgías para sus poderosos amigos, a quienes videogrababa para asegurar su silencio.

Por décadas, J. Epstein fue intocable porque su arresto suponía una desgracia para sus poderosos contactos. Hasta que el 10 de agosto pasado, cercado por las denuncias de valientes víctimas, el pederasta millonario fue hallado muerto en su celda en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York, donde aguardaba su juicio por trata de personas. En México tenemos nuestros propios Epsteins. Hombres con fachadas de personas honorables y que creen que tienen impunidad garantizada porque en su doble vida como explotadores sexuales conocen las sucias intimidades de poderosos políticos, empresarios y artistas, a quienes entregan niñas y mujeres secuestradas para su placer.

Ahí está el ex espía argentino Raúl Martins y su negocio de explotación sexual en Cancún; Ignacio Santoyo y los fundadores del infame sitio Zona Divas; los socios de esa mazmorra conocida como el tabledance Solid Gold, y hasta José Isidro, líder de la CTM en Quintana Roo. Para todos ellos, la justicia mexicana avanza lento, o no ha avanzado ni un milímetro, ante la desesperación de sus víctimas. Ahora mismo, sus casos se balancean en el limbo debido a la activa intervención de personajes muy poderosos que no quieren que sus secretos salgan a flote. El poder de esos monstruos reside en un complicado, pero frágil, pacto de oscuridad en el que nadie delata a nadie… porque si cae uno, caen todos.

Pero si algo nos ha dejado como lección Jeffrey Epstein es que en su infinita arrogancia ellos ignoran que son tan débiles como una alergia a la luz. Aunque sus juicios se escondan en las penumbras de la corrupción, basta el valiente testimonio de sus víctimas para echar claridad sobre sus secretos y terminar con ellos.

Aunque durante años tú y yo vimos cómo el mundo se rendía a sus pies, ahora vivimos tiempos esperanzadores: antes eran monstruos intocables, pero hoy se saben alebrijes de barro capaces de ser reducidos a polvo.

Y algo es seguro: Su final está cerca.

POR ROSI OROZCO

COLABORADORA

@ROSIOROZCO

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