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La voz misma

En Rusia, la intolerancia a la oposición es tal que, aunado a los arrestos, entran las investigaciones penales y agentes tóxicos

OPINIÓN

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El atentado contra la libertad de expresión en Rusia es –casi– inexplicable. Casi, porque finalmente se trata de un régimen viciado que en pleno 2019 aún respalda la represión. Con elecciones parlamentarias a la vuelta de la esquina, los a-rrestos se han multiplicado. Y es que las manifestaciones pacíficas en contra del amañado sistema político, lejos de toparse con pared, se topan con policías armados, cascos y chalecos antibalas.

Esta vez, la protagonista de las revueltas es una adolescente de 17 años que como escudo utiliza la constitución. En la última protesta, Olga Misik se sentó frente a los militares (con un chaleco antibalas puesto) a leer artículos asociados con el derecho a protestar pacíficamente, a participar en las elecciones y a ejercer la libertad de expresión.

Cuando se retiró, fue arrestada durante 12 horas por participar en una mani-festación no autorizada, y condenada a pagar una multa de 300 dólares.

En los últimos meses, las movilizaciones sociales en Rusia se han vuelto cosa común. ¿Por qué? Los candidatos de oposición fueron completamente excluidos de la próxima contienda electoral.Según las autoridades, se debe a que no lograron reunir la suficiente cantidad de firmas verificadas para registrarse. Sin embargo, el historial ruso sugiere lo contrario.

En Rusia, la intolerancia a la oposición es tal, que aunado a los miles de arrestos entran en juego registros domiciliarios, investigaciones penales y agentes tóxicos. El líder de la contraparte, Alexéi Navalny, una vez más fue obligado a cumplir una sentencia de cárcel de 30 días. A su salida, se le diagnosticó un cuadro de conjuntivitis y dermatitis aguda tóxica.

Casualmente, muchos otros opositores han sufrido atentados de envenenamiento. Mientras que algunos de ellos se han salvado, otros no han corrido con la misma suerte.

Hoy, Sergei V. Skripal, Vladimir Kara-Murza, Pyotr Verzilov, Alexander Litvinenko, Boris Nemtsov, Sergei Magnitsky, Anna Politkovskaya y Yuri Shchekochikhin son símbolo de la expresa violación de la voluntad y el poder del pueblo, despertando una lucha que late más fuerte que nunca.

Frente al régimen que lidera el presi-dente ruso Vladimir Putin, la oposición juega un papel clave. Sin presencia en el Parlamento ni posibilidad de conseguirla, el recurso es tomar las calles y exigirlo desde la paz. No obstante, resulta –casi– imposible llevarlo a cabo cuando se interpreta como una expresión ilegal cada vez. Casi, porque mientras haya quien se oponga, habrá oposición. Incluso desde prisión.

Ni las sanciones internacionales, ni los llamados de Amnistía Internacional serán suficiente para alzar la voz que es silenciada todos los días. A fin de cuentas, la fuerza que invita al cambio habita en la voz misma.

¿Cuándo vencerá al silencio?

POR CAMILA GÓMEZ DÍAZ BARREIRO
@CAMILAGOMEZDB

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