Es una de esas situaciones que sólo podrían ser vistas como una enorme "metida de pata", aunque el supuesto perpetrador no tenga más culpa que haber sido franco en evaluaciones hechas en comunicaciones teóricamente secretas.
Es un pleito que enfrenta a los gobernantes de dos países que afirman tener una "relación especial", Gran Bretaña y Estados Unidos, Madre Patria y antigua colonia.
La divergencia no afecta realmente la relación bilateral, por más que represente otro clavo para el ya abierto ataúd político de la primera ministra Theresa May. Se trata, en otras palabras, de un típico escándalo de verano en las capitales políticas del mundo, con intercambios de referencias derogatorias y lo más probable, un pronto olvido.
Londres, la capital británica, es ahora el escenario de una gran investigación para determinar quien fue responsable de haber filtrado a la prensa un reporte en el que el embajador inglés ante la Casa Blanca, sir Kim Derroch, calificaba al presidente Donald Trump como inepto e ignorante.
A estas alturas del partido esa descripción parecería tibia, a comparación del vitriolo que suelen lanzar los críticos del mandatario.
Pero que lo diga el embajador británico enWashington es otra cosa.
Por un lado, la diplomacia británica es notablemente sólida y sus análisis han sido acertados la inmensa mayoría de las veces.
El embajador Derroch, o Sir Kim como lo llama la prensa británica, es un diplomático de carrera en ese servicio y representa a un gobierno conservador, que ha puesto énfasis en su relación con Trump como una tabla de salvación comercial para el probable caso de un divorcio acrimonioso con sus ya casi antiguos socios europeos.
Así, el gobierno de Theresa May, que no se ha distinguido ni por sus aptitudes ni por su manejo de la salida británica de la Unión Europea, ya hizo saber su pena por la filtración, algo que de cualquier manera no es nuevo en Londres.
La respuesta del hipersensible Trump fue deliberadamente tan dura como la evaluación del embajador y de entrada advirtió: que "Ya no trataremos con él" –con lo que prácticamente acaba con la carrera de Sir Kim. Acto seguido, procedió a demoler a May, que expresó su "plena fe" en el embajador –en el marco del escándalo doméstico británico.
"Qué desastre han creado ella y sus representantes. Le dije cómo debía hacerse, pero decidió ir por otro lado", escribió, y agregó que "la buena noticia para el maravilloso Reino Unido es que pronto tendrán un nuevo primer ministro". De hecho, la evidente irritación de Trump lo llevó a cebarse en May, al grado que tras subrayar que "disfrutó mucho" su visita de estado en mayo, lo mejor fue su encuentro con la reina Isabel II.
En otras palabras, Trump se desahogó y se puede decir se desquitó de lo que es un cadáver político, pero sin afectar realmente la relación con Gran Bretaña. Es un escándalo grande, jugoso y sin consecuencias.
POR JOSÉ CARREÑO
Un escándalo sin consecuencias
La divergencia no afecta realmente la relación bilateral, aunque es otro clavo para el ataúd de la premier