La tentación de reelegirse

Aunque en la política, el objetivo es siempre el poder, esa tentación resulta incongruente, cuando en el fondo se quiere cambiar al país

Se trate de líderes surgidos de movimientos populares, de quienes enarbolan reivindicaciones sociales o defienden cualquier tipo de intereses, el instrumento es inevitablemente el poder. En toda transformación de fondo, la necesidad del mando se acrecienta. Es cuando se pone a prueba si quienes encabezan las posiciones mantienen firmes sus convicciones o simplemente se enamoran de su cargo y de lo que implica. Esa tentación resulta incongruente cuando detrás hay una trayectoria comprometida con la necesidad de cambiar el país, y una larga historia de militancia en la izquierda. Todo esto viene a cuento porque en el Senado, el presidente de la Mesa Directiva ha intentado permanecer un año más en el puesto. La ley prevé que la Mesa Directiva dure un año en funciones. ¿Por qué Martí Batres se ha empeñado en la cruzada personal de reelegirse contra la tradición de décadas del Congreso, con apoyos inciertos y con fines que no están claros, salvo el suyo individual de perdurar en el escaño de mayor importancia ceremonial? ¿Por qué la reiterada pretensión, que choca con la posición del Presidente de la República, a quien cada que le preguntan sobre el mito de que aspira también reelegirse, lo rechaza y responde en todos los tonos que no lo intentará, pese al incuestionable apoyo nacional del que goza? Es en esta contraposición entre los objetivos personales y su momento histórico, que se distingue a los líderes grandes. Vienen a la memoria dos casos.El legendario Nelson Mandela, que luego de una larga epopeya, nunca abandonó sus ideales que abolieron el apartheid y lo llevaron a la Presidencia de Sudáfrica. Mandela pudo haberse reelegido. Era como el padre de la nueva patria. Pero hizo lo contrario. En la nueva Constitución estableció la prohibición de la reelección, y al terminar su periodo, entregó el poder. Otro caso, más cercano, es José Mujica, presidente uruguayo que fue electo con amplio respaldo, sobreviviente de un pasado guerrillero y también preso por muchos años. De sencillez y bonhomía que lo convirtieron en figura mundial, cumplió su encargo y, respetuoso de la Constitución que prohíbe la reelección inmediata, compitió por un escaño en el Senado y lo ganó, pero incluso renunció a éste. Se trata de hombres con valores, citados aquí sólo referentes, cuya enseñanza es válida para el quehacer político y para los tiempos que estamos viviendo, en que el Presidente hace mención con frecuencia de los valores éticos de manera personal y como sello de su gobierno. La pretensión de Martí no tiene asidero en los usos y costumbres del Legislativo mexicano ni en su evolución democrática, menos aún en la transformación que vive nuestro país y que ha barrido con los viejos grupos de poder. No aportaría a la democracia y, por el contrario, lesionaría las fortalezas de un Legislativo que batalla con viejos lastres y que pugna por hacerse de una nueva imagen entre la ciudadanía. A la vuelta de todo ello la duda persiste. ¿Por qué querrá Martí reelegirse?

POR RAMÓN OJEDA MESTRE

COLABORADOR

@ROJEDAMESTRE1