Nuestra generación se encuentra en la brecha de un cambio en su funcionamiento social-comercial: el más grande desde hace un milenio, cuando en China apareció el papel moneda como principal medio para el intercambio de valores.
Este país, precisamente, marca la pauta en la actualidad hacia la desaparición del dinero en efectivo, para dar paso al uso del dinero electrónico en su lugar.
Según Estadísticas de la Asociación de Pagos y Compensación de China, de 2013 a 2016, el número de transacciones realizadas a través de aplicaciones móviles no bancarias aumentó de 3,777 millones a más de 97,000 millones, con una tasa de crecimiento anual compuesta de más de 195 por ciento.
De hecho, según una encuesta de la Universidad de Renmin en China, por lo menos siete de cada 10 personas en ese país, declara que vive al mes con menos de 100 yuanes en sus carteras.
Esto porque la mayoría de las transacciones que se realizan, desde los grandes establecimientos hasta en los puestos ambulantes de comida, ya no aceptan efectivo, sólo dinero electrónico.
La incorporación de la tecnología con base en códigos QR permite a muchas plataformas realizar transacciones monetarias con sólo un escaneo desde un teléfono inteligente, lo cual, sumado a políticas gubernamentales para desincentivar el uso de dinero en efectivo, han permitido no sólo evitar evasiones de impuestos, sino acabar con los costos de administración del cada vez más ineficiente papel moneda.
Contrario a lo que se pudiera pensar, para los gobiernos y bancos no es barato manejar dinero en efectivo, pues a él están ligados los costos de producción, transportación, almacenamiento y seguridad.
El dinero electrónico es más barato, permite a las unidades de inteligencia financiera rastrear su origen y destino; prevenir y detectar más fácilmente actividades de lavado; además, de que permite a los dueños de negocios evitar errores contables y casos de falsificación de billetes.
En Europa, el efectivo sigue perdiendo fuerza. Holanda, por ejemplo, desde 2015 registra que el volumen de pagos electrónicos supera al del papel moneda.
Por otro lado, el uso del dinero electrónico conlleva sus riesgos, por ello, los bancos deben fortalecer sus sistemas de seguridad y sus políticas de atención a los cuentahabientes en caso de fraudes.
En México, en cambio, el uso de dinero en efectivo desde 2010 registra un incremento, con todo lo que eso implica: evasión, lavado, corrupción y crimen organizado.
El combate a la inseguridad debe pasar, sí o sí, por un tema de control financiero. Tal vez esta afirmación hoy no sea tan popular en nuestro país como en los próximos años: el dinero en efectivo debe desaparecer.
Es más seguro y es más eficiente que sea así.
POR GEORGINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ