En 1997, hace 22 años, la rebelde y contestataria Ciudad de México puso la cereza del pastel que terminó por impulsar los cambios políticos de un país agraviado y adolorido por la “democracia” de fraudes electorales, cacicazgos y autoritarismos en el régimen priísta.
Desde finales de los años 60 la lucha honesta y aguerrida de los partidos de oposición había logrado arrancarle al PRI, por medio de sangre, sudor y lágrimas, alcaldías y ciudades importantes en distintos estados, pero fue hasta 1997 cuando los chilangos demolieron los viejos cimientos del sistema príista en la capital del país y a golpe de votos eligieron a Cuauhtémoc Cárdenas como primer jefe de gobierno.
Ese día coronó la ansiada conquista ciudadana de una urbe cuya democracia había sido secuestrada por el presidente en turno, quien ponía y quitaba regentes. Tres años después, el PRI perdió por primera vez la Presidencia.
El chilango puede ser rudo pero es solidario; es liberal y en cuanto a la política vive la dicotomía de votar desde hace más de dos décadas a gobiernos de izquierda, mientras se mira al espejo como un ciudadano indolente e incapaz de rechazar la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones. Extendemos un billete, callamos y somos cómplices: El harakiri mexicano. Pero salimos a gritar que la corrupción mata.
Políticamente los chilangos han bateado a la izquierda desde 1997, con la elección de Cárdenas, y en las delegaciones, desde ese año han predominado los gobiernos de izquierda, mientras PRI y PAN se repartían o alternaban el poder en algunas de ellas.
El contexto es importante para la pregunta: ¿cómo responderán los chilangos a la sacudida que AMLO está dándole al país?
La CDMX siempre despuntó entre las ciudades desde las cuales López Obrador comenzó a avanzar hacia la conquista del resto del pais. En la capital, AMLO ha recibido las más importantes muestras de simpatía y respaldo en las encuestas.
La pregunta es inevitable desde un contraste importante: a siete meses de iniciada la 4T, el presidente López Obrador mantiene una alta calificación y seis de cada 10 mexicanos lo respaldan, mientras la aprobación de Claudia Sheinbaum se desplomó de 54 a entre 35 y 39 puntos.
La inseguridad y la violencia llevaron a los chilangos a castigar a Sheinbaum. Esto refleja el sentimiento de los habitantes de la CDMX respecto al repunte en la seguridad y puede ser síntoma de algo más hondo: el rechazo a algunas políticas públicas opuestas a las que enarboló hasta ahora la izquierda, como el plan migratorio con EU la militarización del país y los recortes a salud, ciencia, tecnología y deporte de alto rendimiento. Para AMLO será indispensable mirar el termómetro político de la CDMX para entender cómo están asimilando la sacudida los electores de la ciudad de México que tanto han significado en la carrera política del Presidente.
POR WILBERT TORRE
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