Pluma y Plomo: Servicio y protocolo en el Quauhquiáhuac

El monarca recibía en un salón de palacio, muy grande, de techo alto y dinteles cubiertos de maderas finas y olorosas incrustadas de conchas, pieles, metales, piedras finas, plumas; sentado en el icpalli, equipal tramado de juncos, forrado con piel de ocelote o puma, oso o venado, y sobre un petate. Cuando comía, sus sirvientes, deudos y parientes de la nobleza, viejos y doncellas, descalzos y siempre cabizbajos, con gran cuidado y silencio para servir, interponían un cancel o biombo cubierto de oro que lo dejaba a solas y ellos se retiraban sin dar la espalda y reverenciándole. Después las doncellas llevaban un aguamanil de cerámica roja y gris de Cholula, sobre un platón de base y toallas de algodón. Una pipa larga de pícietl (tabaco), con mezcla de liquidámbar, que era el estímulo de la siesta. Entraban los nobles junto a las paredes, cabizbajos, descalzos, con un jergón a propósito sobre sus atuendos, haciendo el tlalcualiztli (tierra tomada con el índice y llevada a la boca), que era reverencia cortesana. Las bebidas servidas en copas de oro, rebosantes de agua de cacao, blanca y espumante. Los músicos y bailarinas. El saludo implicaba un protocolo largo y formal lleno de cortesías: “Qué dice tu corazón, cómo está tu ánimo”; oticmihiyohuilti ma ye nican timouicatz: “Padecido has y ya has llegado, por eso ahora descansa, te fatigaste, ahora ven aquí”, seguido de un discurso. Desde una de las terrazas se veía el coatepantli, plaza que incluía los edificios a los dioses, el Templo Mayor de Huitzilopochtli y Tláloc, la Pirámide de Quetzalcóatl, hoy bajo los cimientos de la Catedral, integrada por una habitación circular, con paredes hechas de caracol rosa. A distancia de palacio rodeaba el zoológico, que implicó una construcción y costumbre adecuada a conservar toda clase de animales, y que fue la primera de este tipo en el mundo. Con edificios separados, especies de jardines de casas de recreo, de grandes proporciones. Los pisos de mármoles intercalados, de colores, con 10 estanques en los que se alojaban muchas especies de aves acuáticas; unos con agua dulce y otros salada, según las especies. Separadas las que comían insectos, las que comían maíz y semillas y a las que alimentaban de pescado cada día les proporcionaban 10 arrobas extraídas de la laguna. 300 trabajadores al cuidado de los animales. Por encima de los estanques continuaban unos miradores para que el tlatoani se recreara contemplándolos. Todas las especies podían cubrirse por las noches y cuando llovía. Durante el día tomaban el sol en áreas cubiertas con redes. Había jaulas de madera para jaguares, pumas, ocelotes, lobos, zorros y coyotes, que se encontraban hacia las orillas de la ciudad, donde hoy está la iglesia de San Francisco. Había otra sección dedicada a la reproducción de serpientes venenosas, que eran mantenidas en tinajas de barro y alimentadas de vísceras. Y existía otra área, donde Moctezuma mantenía seres humanos y animales deformes, albinos, enanos, jorobados y contrahechos de toda laya. Por Luis Barjau