Otro que se aferra al poder

El mandatario hondureño recibe ayuda castrense de Estados Unidos en el combate a las maras y el narco

Hace una década el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, enfermó de poder e hizo hasta lo imposible para no perderlo, pero un golpe de Estado se lo impidió. Hoy, Juan Orlando Hernández se contagió del mismo mal, y se aferra al cargo con uñas y dientes. Zelaya tenía todas las intensiones de instaurar una Asamblea Nacional Constituyente con la finalidad de seguir los consejos de sus amigos Hugo Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega, con la firme convicción de no dejar el poder. Pero la mañana del 28 de junio de 2009 fue sacado de su casa por la fuerza y mandado en pijama a Costa Rica. Luego, el Congreso hondureño resolvió por unanimidad la destitución del presidente Zelaya, por considerar que las acciones de su gobierno habían violado la Constitución y el ordenamiento jurídico del país, y designó para sucederlo al presidente del Congreso, Roberto Micheletti, hasta 2010. Es un añejo y recurrente anhelo de muchos políticos en el mundo, tratar de quedarse para siempre en el poder, en Latinoamérica no sólo sucede en Honduras; también en Nicaragua, con Daniel Ortega; en Venezuela, con Nicolás Maduro, o en Bolivia, con Evo Morales, sin importar que en el intento se pierdan decenas de vidas. Hace dos años, el presidente Hernández logró una controvertida y cuestionada reelección. Su estilo autoritario, mezclado con corrupción y una política de austeridad, han sumido a Honduras en una crisis, que de inmediato remite a Venezuela o Nicaragua. Más aún, su forma de gobernar ha contribuido de manera significativa al éxodo migratorio que viven los países del Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala). La crisis y el enojo se exacerbaron recientemente en Honduras con dos decretos sobre la política de educación y de salud en abril pasado, que permiten recortes brutales y despidos. Desde entonces, una avalancha de protestas encabezada por campesinos, taxistas, camioneros y sectores de la policía, incluidas las tropas de élite, están arrinconando cada vez más a Hernández, pero a él lo que menos le pasa por la cabeza es renunciar. El mandatario hondureño no se ha quedado de brazos cruzados, actualmente recibe ayuda castrense de Estados Unidos en el combate a las maras y el narco, ha utilizado ese recurso para reprimir los brotes de descontento. A esos constantes reclamos se suma precisamente el líder opositor de izquierda, Manuel Zelaya, quien tras ser expulsado del país regresó dos años después, con la firme intención de volver al poder, que según él le fue arrebatado. Los círculos conservadores ven a Zelaya como un comunista y hacen todo lo que pueden para evitar su retorno al poder. En cuanto a Hernández, no se avizora un relevo –al menos en el corto plazo– debido a que tiene total respaldo de Estados Unidos, que opera con manga ancha en Honduras en la lucha contra las pandillas y el narcotráfico. La clave para Hernández es no hacer enojar a Washington, esa puede ser la llave para permanecer al frente de Honduras hasta que así le convenga a EU.

POR ISRAEL LÓPEZ

ISRAEL.LOPEZ@HERALDODEMEXICO.COM.MX