No denostar, no dividir…

“Hagamos mejor política y acabemos con la politiquería. Tenemos que elevar la contienda interna, ocupamos de las ideas, alzar la mira: que todos los militantes que aspiren a las candidaturas luchen ante la base, convenzan a sus compañeros de partido, obtengan adhesiones por su conducta y su modo de pensar y se olviden de las antesalas y de los corredores en las oficinas de funcionarios o dirigentes. Soluciones en la base y con ella, no arreglos desde la cúpula” (Jesús Reyes Heroles, 1972).

La frase es vigente, y en el contexto del proceso interno de renovación de la dirigencia nacional del PRI, adquiere mayor relevancia. Ocuparse hoy de las ideas y alzar la mira, significa interpretar con objetividad y realismo político el mensaje de las urnas en los procesos electorales de 2018 y 2019.

Actuar como si nada hubiese pasado, como si los 30 millones de votos que obtuvo López Obrador en la elección presidencial se trataran de un “fenómeno transitorio” que el tiempo y el discurso optimista a ultranza lo va a componer, es pecar de ingenuidad, de ceguera política, de ignorancia ideológica y de pragmatismo perverso.

El primer paso para resolver cualquier problemática es el reconocimiento de ésta, la elaboración de un adecuado diagnóstico y el diseño de estrategias para su solución. Los problemas no se resuelven sólo con ignorarlos.

Repetir las acciones que generaron el problema nos llevará siempre a lo mismo. Por eso el discurso de la renovación del PRI pasa necesariamente por el reconocimiento de las causas que lo llevaron a la situación de postración política en la que se encuentra. Causas y razones que son del dominio público y permanecen como heridas abiertas en el ánimo de la mayoría de sus militantes.

Son los simuladores y oportunistas de siempre, los trepadores de oportunidades y de ascensos fáciles sin compromiso ideológico, quienes con voz engolada llaman a la unidad y exigen que no se infame al partido, que no se analicen en público los errores, vicios, fallas y desviaciones que fueron la causa de su lastimoso estado actual (como si la sociedad o la militancia fueran ignorantes). Llaman a la unidad, a la disciplina, a no dividir al partido, cuando en realidad lo que pretenden es el silencio cómplice para ocultar su participación en las dañinas conductas de los acuerdos cupulares, la línea, la cargada, las imposiciones, la corrupción y la riqueza inexplicable.

En política es muy difícil ocultar la verdad o el engaño. Hablar de unidad mientras se procesa una contienda interna inequitativa, mientras se utilizan los mismos viejos vicios de manipulación, de derroche de recursos y de parcialidad de quienes deberían cuidar la legalidad y la transparencia del proceso interno, es querer ocultar un engaño más a la militancia priista.

La militancia demanda la unidad, pero no la unidad del silencio o de la obediencia, no la unidad por abdicación de nuestros principios; exige la unidad que se basa en el respeto a la legalidad y la inclusión; no la unidad que busca la sumisión; demanda la unidad en la verdad, en la autocrítica constructiva y en el respeto a sus decisiones, sin imposiciones, fraude, ni simulación democrática.

POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO CÁZARES

CANDIDATO A SECRETARIO GENERAL DEL PRI

@JOSEEALFARO

edp