Después del discurso triunfalista del presidente Andrés Manuel López Obrador para festejar el primer aniversario de su triunfo en las elecciones del 1 de julio de 2018, y de la presentación, con el mismo tinte, de su informe de actividades en los primeros siete meses de su gobierno, se han reactivado las especulaciones de posibles renuncias en su gabinete.
Desde que arrancó el gobierno de la Cuarta Transformación, en la oficina presidencial de Palacio empezó a circular la versión de que varios secretarios de Estado no durarían más de seis meses en el puesto, y el maleficio se cumplió. Primero se fue a su casa, bueno regresó al Senado de la República, el director del IMSS, Germán Martínez Cázares, quien dicho sea de paso también fue el primero que le renunció a Felipe Calderón el 27 de septiembre de 2013.
A germancitoelhombrecito.com, le siguió la titular de Semarnat, Josefa González Blanco, con el argumento de que había retrasado un vuelo; sin embargo, el respetable y los especuladores no esperaban ese par de renuncias, por lo que no quedaron muy complacidos que digamos.
Hace apenas una semana, el senador Ricardo Monreal declaró que hacía falta un gabinete más cercano al Ejecutivo; porque lo habían dejado solo; quiso decir que algunos secretarios eran inexpertos, inútiles, ineficientes. Obviamente lo dicho por Monreal causó estupor en la clase política y molestia entre varios funcionarios del gobierno que se sintieron aludidos.
Los analistas no recuerdan que un presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, del mismo partido que el del jefe del Ejecutivo, le dijera prácticamente que varios de sus cercanos colaboradores la estaban regando. En sexenios anteriores se dieron casos —pocos, pero se dieron— en que algunos Presidentes de la República no tuvieron más remedio que ceder a las presiones opositoras y colocar en la guillotina la cabeza de uno que otro colaborador del primer círculo, aunque nunca trascendió públicamente la verdadera causa de aquellas “renuncias”.
Sin excepción, los gobernantes en nuestro país han respetado puntualmente la costumbre convertida en intocable tradición política de no reconocer jamás que hubiesen cometido errores en la designación de sus colaboradores cercanos. En la época de los regímenes priistas y hasta de los panistas, existía una justificación oficial en la que nadie creía, pero que todos aceptaban ante la imposibilidad de conocer la realidad: “renuncia por motivos de salud”.
Habrá que esperar algún tiempo —quizá no mucho— para conocer el nombre del que seguirá en la lista de quienes saldrán del gabinete de López Obrador, por algo más que “motivos de salud”. Lo novedoso ahora es que, si AMLO defenestra a algún secretario de Estado, sería la primera cabeza que un presidente de la República entregara a solicitud expresa y pública no de sus adversarios, sino de sus compañeros de partido.
Por LUIS SOTO
Las bajas gabinetológicas
Habrá que esperar para saber quién seguirá en la lista de los que saldrán del gabinete