La primera sicaria a sueldo conocida en la Ciudad de México vivía en Tláhuac, una alcaldía, hasta hace poco, de pueblos pintorescos y de tradiciones indígenas.
Aunque el significado de su nombre alude a un futuro mejor, Esperanza, de 33 años, ejecutaba por 5 mil pesos. Sus últimos objetivos fueron dos traficantes de armas de origen israelí que comían en un restaurante de Plaza Artz.
En mayo de 2017, un grupo de inteligencia de la Marina realizó un operativo en el pueblo de Tlaltenco, Tláhuac, y capturó a un grupo de operadores de Dámaso López, El Lic., compadre de El Chapo Guzmán, quien olvidó el lazo católico que lo unía a él para quedarse con el Cártel de Sinaloa a base de ampliar sus plazas en la capital y otras partes del país, poco antes de que Dámaso fuera capturado mientras comía coctel de camarón con salsa catsup en una marisquería del Monumento a la Revolución. En esa vecindad de Tlaltenco también vivía Esperanza, quien inicialmente se rifó como mesera en un bar de los hijos de Felipe de Jesús, alías El Ojos, jefe del Cártel de Tláhuac, aniquilado por la Marina en julio de 2017 durante otro operativo histórico en la Conchita, pueblo vecino a Tlaltenco.
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Como en la serie policiaca The Killing, original de Netflix, donde a la detective Sarah Linden le toca investigar el homicidio de una chica de prepa, cuyo cadáver es hallado al fondo de un lago y dentro del maletero de un automóvil, el caso de Norberto Ronquillo también acaba de dar un giro inesperado sobre su asesinato: la autora intelectual del secuestro y muerte del universitario fue su ex novia, una jovencita de cara inocente y afilada que vivía en Tláhuac.
Cobrar el rescate en la frontera de Iztapalapa, debajo de un arco sobre avenida Canal de Chalco, que dice: "Bienvenido a Tláhuac", a tiro de piedra de la Fuerza de Tarea de la SSP, fue la pista que delató a Yuritzi, de 22 años, en el secuestro del joven de Coahuila que viajó a la CDMX para convertirse en licenciado en Mercadotecnia. Yuritzi, una niña que estudiaba en la Universidad del Pedregal, como Esperanza, también vivía en Tláhuac, alcaldía donde se venera a los santos con cohetes y comilonas.
Tláhuac, sin embargo, se jodió después de 2004, año en que tres policías federales fueron quemados vivos porque investigaban el ingreso de armas y drogas. Sus detractores corrieron el rumor de que eran robachicos. Gobernaban en la capital los que hoy están en el gobierno federal. Marcelo Ebrard era secretario de Seguridad capitalino.
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Conté aquí los ocho actos delictivos que me tocó ver y enterarme en un día que visité Tláhuac: el asalto a Coppel para llevarse 96 celulares y dinero, atracos en microbuses, las cifras maquilladas de la Procu y la psicosis en un restaurante cuando un hombre entró abrazado de una caja de cartón y luego metió la mano. Los comensales creyeron que el tipo sacaría un arma, pero sólo fueron unos bombones cubiertos de chocolate para vender. No basta con la Guardia Nacional, se necesita una estrategia especial para reconstruir el tejido podrido en Tláhuac.
POR ALEJANDRO SÁNCHEZ
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