Incógnita disipada

La comparecencia del fiscal especial Robert Mueller, el pasado miércoles, fue un episodio definitivo en favor del presidente Donald Trump

Tras la insistencia de una parte importante de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, y ante el escepticismo de otro grupo igualmente significativo, compareció finalmente el fiscal especial Robert Mueller, el pasado miércoles, ante dos comités cruciales de ese órgano legislativo: el de justicia y el de inteligencia. Anticipo un veredicto: fue un episodio definitivo en favor de Donald Trump. Esto podría parecer paradójico. La comparecencia de Mueller no sólo confirmó los hechos relatados en su informe de 448 páginas. Explícitamente, además, rechazó los dichos más comunes del presidente Trump: subrayó que el Presidente no fue exonerado, que podría ser acusado de obstrucción de la justicia al concluir su mandato por tratar de impedir la investigación de la intervención rusa en la elección que lo llevó a la Presidencia; y finalmente, que dicha intromisión indebida fue real y que esta amenaza permanece de cara a 2020. Todo ello confirma la narrativa demócrata que ha acosado a Donald Trump hasta el momento. ¿Por qué entonces caracterizar lo ocurrido como una victoria para su bando? Por una razón muy sencilla. Para los demócratas, la expectativa no era nada más que se confirmaran hechos que se derivan de la simple lectura del reporte, sino que se tuviera el momento televisivo estelar que pusiera en boca del fiscal a Trump como presunto culpable, ya sea de colusión con los rusos o de obstrucción de las investigaciones, o de ambas. Lo que buscaban era gasolina para iniciar o amenazar con mayor seriedad con el juicio político (impeachment) en contra del Presidente, y aun si no les alcanzaba la mayoría para forzarlo a renunciar, poder azuzar ese fuego permanentemente de aquí a noviembre de 2020. Y ese momento estelar simplemente no llegó. Ante las cámaras estuvo presente un fiscal que, contra su reputación, no se vio tan asertivo ni agudo como hace algunos años, cuando era director del FBI. Mueller suma ya 75 de edad, y como recordó David Axelrod, uno de los principales estrategas de Barack Obama en su cuenta de Twitter, llevaba casi seis años sin estar en una comparecencia de esta naturaleza. Y además de verse dubitativo en ocasiones, y hasta poco conocedor de algunos detalles de su propio informe escrito, se cuidó mucho de corroborar las elaboraciones demócratas que pretendían encajonar a Trump como culpable, a las cuales respondía algo como “no necesariamente concuerdo con su razonamiento”. Así, el testimonio del fiscal distó de ser el torpedo a la línea de flotación de Trump que algunos demócratas anhelaban. Después de este episodio, la probabilidad de un juicio político, o de nuevas acusaciones de obstrucción de la justicia o de colusión con los rusos parecieran disminuir notablemente. Ahora los demócratas deberán elegir una estrategia que asuma que se ha llegado al límite político de esta acusación contra Trump. Y sacar ventaja en otras áreas de la agenda. Por increíble que parezca, no les será fácil.

Por Alejandro Poiré

*Decano

Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno

Tecnológico de Monterrey

@ALEJANDROPOIRE

edp