Síntomas de locura entre "La Migra" y los indocumentados

La histeria desatada por los chillidos de Trump, magnificando las redadas, acarreará más consecuencias sociales

Algunos agentes de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE o migra) e indocumentados acorralados por Donald Trump presentan síntomas muy claros de locura en el sentido más ortodoxo de la palabra: la pérdida del juicio, la ausencia de éste para distinguir entre el bien y el mal; entre lo verdadero y lo falso.

Esta histeria desatada por los chillidos del Presidente de EU, magnificando las redadas, tarde o temprano acarreará más y más consecuencias sociales, de enfermedades mentales, resentimiento, de confrontación y polarización. Ejemplos sobran en los últimos días en ambos bandos.

Del lado de ICE, el más reciente caso se observó en Kansas City, donde sus agentes rompieron los vidrios del coche de Florencio Millán, un mexicano que se negaba a salir del vehículo porque no había una orden de detención dictada por un juez, como lo exige la justicia estadounidense.

"En este momento estamos siendo extremadamente amables", dijeron antes de ir contra los cristales y llevarse a rastras a Millán frente a la esposa y dos hijos que gemían por partida triple: su pasado, su presente y su futuro.

La persecución ha tomado por sorpresa a muchos por sus tácticas y por sus blancos. En estos días arrestaron a monjas activistas a favor de los derechos de inmigrantes que participaban en una manifestación, mientras ICE acechaba durante horas a posibles indocumentados en las afueras de sus casas, a veces disfrazados, o mostrando fotos en las ventanas como anzuelo y detenerlos en la calle.

Las tácticas son tan grotescas que sacan de quicio incluso a ciudadanos estadounidenses críticos del ingreso "ilegal" en su país y, en respuesta, han dado muestras de solidaridad muy específicas, como filmar las aprehensiones y difundirlas en redes sociales o impedir con cadenas humanas que los agentes se lleven a indocumentados, una acción que podría costarles la cárcel.

Del lado de los perseguidos, las muestras de desesperación y falta de juicio también se agudizan. Recientemente dos centroamericanos, padre e hijo, atormentados por cruzar lo más pronto posible hacia Texas se lanzaron por las traicioneras aguas del río Grande y estuvieron a punto de morir arrastrados por una corriente interna, de no ser porque patrulleros fronterizos escucharon los aullidos característicos de quienes peleaban por la vida.

En otro caso, un hondureño que fue liberado después de cumplir la sentencia de un delito menor, que iba a ser arrestado por ICE, se tiró al piso y dejó registro de su crisis nerviosa, que se volvió viral porque a grito pelado pedía regresar a prisión y no a su país: "Allá me van a matar".

El salvadoreño Oswaldo Burgos, en cambio, ensombrecido por una ira cuyas causas aún es desconocidas, buscó a un agente de ICE para delatar a su esposa. "Depórtela y le pago", le dijo al sorprendido interlocutor que mejor optó por llevarlo a un juicio por soborno en Washington, mientras los Estados siguen lucrando con el tema ni juicio para resolverlo correctamente.

POR GARDENIA MENDOZA

*PERIODISTA

ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX

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