De marzo a junio, en la Ciudad de México se abrieron dos mil 500 carpetas de investigación por violencia de género. Sí, haciendo cuentas simples es más de una por hora. Aunque quizá lo más alarmante es que esas carpetas de investigación son resultado del trabajo de mujeres abogadas en los Ministerios Públicos, pues sin la participación de las Casas de Justicia no habrían sido catalogadas como delito penal.
Es decir, es un tema que conocíamos pero que apenas podemos ver, pues en los Ministerios Públicos no se escuchaba nuestra voz y nuestras denuncias no eran judicializadas y, por tanto, se nos negaba sistemáticamente el derecho a la justicia. Su correcto registro legal ayudará a entender y atender mejor el problema.
De paso, contribuirá a disminuir la terrible cifra negra que provocaba la falta de atención correcta en los Ministerios Públicos y que daba como resultado que las mujeres no denunciáramos, lo que nos condenaba a un horrible silencio al que se sumaba ser víctimas de violencia de género. Estas dos mil 500 denuncias no son cosa menor.
Veamos un ejemplo, una nueva forma de discriminación y violencia de género ligado a la tecnología y las cada vez más populares apps.
La entrega de comida en bici puede ser una opción laboral para muchas mujeres, quienes se ahorran entrevistas laborales con jefes demasiado “amigables” y compañeros que quizá no han caído en cuenta que no está nada padre que todos traten de ligarte nomás por que sí, sin estar seguros si quiera de cómo te llamas.Tiene la característica de ser flexible y de solamente requerir tiempo, disposición, un teléfono celular y un bici. A cambio, cada semana puedes recibir tu ingreso y hay propinas.
Hasta aquí todo bien.
El problema inicia cuando estas mujeres repartidoras deciden utilizar ropa deportiva de ciclista… Seamos claros, las mujeres no elegimos nuestra ropa buscando que nos digan que nos vemos bien, para que nos intenten ligar, ni para provocar a los hombres.
¡Las mujeres elegimos nuestra ropa simple y sencillamente porque queremos hacerlo y es nuestro derecho!
Tristemente, muchas veces decidimos cómo vestirnos pensando en el transporte que tendremos que utilizar o la calle por la que tendremos que pasar; pero en esas ocasiones casi siempre es por miedo, y tener miedo no es un derecho.
Las mujeres repartidoras también tienen que lidiar con otro tipo de acoso: clientes que las reciben en calzones, que les piden sus teléfonos, que insisten en que pasen a sus casas, so pena de calificarlas mal en la app; ¿cuán cobarde debe ser un hombre para caer tan bajo?
Ellas pueden denunciar y, en la Ciudad de México ya cuentan con el apoyo de otras mujeres en los propios Ministerios Públicos, pero el objetivo no es combatir la violencia de género, sino erradicarla.
Como sociedad debemos generar las condiciones que prevengan estas situaciones y erradicar la impunidad.
La violencia de género es un problema cultural y a muchas y muchos todavía les parece “normal” situaciones como las descritas. Ese cambio, esa transformación, esa construcción del México que queremos demanda la participación de todas y todos.
Empieza en tu entorno.
POR CIRCE CAMACHO
ARTICULISTA INVITADA
@CAMACHOCIRCE