“Sólo entenderás el dolor que causaste cuando el dolor te atrape a ti”. Francisco Gil Díaz, cuando fue secretario de Hacienda, persiguió a Julio Scherer Ibarra. El acoso judicial, injusto, obedeció a una venganza de Marta Sahagún. La esposa de Vicente Fox no soportó las críticas de la revista Proceso, todavía dirigida por don Julio Scherer García, el mejor periodista en la historia de México.
Martita, como se le conocía, llena de rencor, decidió castigar al fundador de la publicación, atacando desde el poder a su hijo. El instrumento de su desquite fue Gil Díaz, que controlaba el aparato de fiscalización del gobierno. Los cargos contra Scherer Ibarra eran desproporcionados y se basaban en falsedades, pero el sistema estuvo a punto de encarcelarlo. Resistió porque ni Proceso ni la familia Scherer dieron un solo paso atrás.
Con el tiempo, Scherer Ibarra llegó a la Consejería Jurídica de Palacio Nacional. El hijo del gran periodista es hoy una de las tres personas en las que más confía AMLO. Por su parte, Gil Díaz experimenta en carne propia el dolor más fuerte que puede sufrir un padre: que su hijo esté cerca de pisar la cárcel. “Tarde que temprano tendremos nuestro turno de estar en la posición en la que una vez tuvimos a otra persona”. No le deseo a nadie, ni al más sanguinario delincuente, el tormento por el que pasa Francisco Gil Díaz.
“El pecado construye su propio infierno y la bondad su propio cielo”. Hace algún tiempo, ya instalado Scherer Ibarra en su cargo de abogado de la Presidencia, fue invitado a dar una conferencia a una universidad. Entre los asistentes, en primera fila estaba el exsecretario de Hacienda. Cuando Scherer terminó su plática, se le acercó Gil Díaz, demacrado, triste, sin la arrogancia que le caracterizó cuando tuvo poder. Este hombre, derrotado, le dijo a Scherer: “Mi hijo está en problemas, lo sabes. ¿Vas a proceder contra él?”.
Julio respondió: “Jamás te haría lo que le hiciste a mi padre: perseguir a tu hijo. Si su problema llega a mi oficina, pediré que alguien más lo vea, yo no; no somos iguales tú y yo”. En estos días nos hemos enterado de que el hijo de Gil Díaz, Gonzalo Gil White, tiene una orden de aprehensión. Se le acusa —junto con sus socios— por un presunto desvío de más de 750 millones de pesos en agravio de los inversionistas extranjeros de la empresa Oro Negro. La acusación la hizo la Procuraduría capitalina y, hasta donde estoy enterada, obedece a una denuncia de los socios foráneos de Gil White. Es decir, Scherer no ha tenido nada que ver en el asunto. Es tan grande el problema de Gil White, que el caso podría volverse federal, ya que existe la posibilidad de que haya habido quebrantos para el Estado.
Pero ni en esta situación Scherer Ibarra intervendrá. El hijo del periodista no le hará a Francisco Gil Díaz lo que este exfuncionario, que tuvo fama de extremadamente duro, le hizo a Julio Scherer García: golpear a su hijo. Scherer Ibarra no lo hará, porque fue educado por un hombre esencialmente bueno; “requisito indispensable para ser buen periodista”, como dijo Ryszard Kapuscinski, escritor, analista y poeta polaco.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
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