El ocaso de una poderosa

La salud de la canciller es un problema de seguridad nacional para Alemania

Angela Dorothea Merkel, llamada la kaiserina alemana, ha sido la política más poderosa del mundo por 14 años. No se tomaba decisión alguna en la Unión Europea sin su aval. Hoy, las cosas han cambiado: dentro de dos años cerrará su ciclo político o quizá antes, entre otras cosas, por sus inocultables problemas de salud.

Es verdad que en 2018, su partido la Unión Demócrata Cristiana y sus aliados sufrieron varias derrotas electorales, en buena medida por la apertura de Merkel con los inmigrantes, lo que orilló a la otrora poderosa a anunciar su retiro para 2021.

Si alguien tuvo el arrojo para enfrentar al antiinmigrante y proteccionista presidente de EU, Donald Trump, fue la canciller alemana, quien ha señalado en reiteradas ocasiones que ya no es posible confiar "en el súper poder de EU".

Merkel, quien el pasado miércoles cumplió 65 años, también encarnó el rigorismo y la intransigencia durante la crisis financiera del bloque, pero se puede decir que es la artífice de su recuperación económica.

Hoy, los nuevos vientos políticos viraron los reflectores hacia el resurgimiento del nacionalismo y la xenofobia en toda Europa, incluida Alemania, y ahí no encaja la kaiserina.

Lo cierto es que el territorio alemán presencia el fin de la era Merkel. En tres ocasiones ha sufrido repentinamente crisis de temblores en el cuerpo, ante lo que su equipo y ella misma justifican falta de hidratación. Pero la verdad es que la salud de la canciller es un problema de seguridad nacional.

"Me encuentro bien. Estoy convencida de que de la misma manera que esta reacción hizo su aparición, también volverá a desaparecer", dijo Merkel, quien está en todo su derecho de mantener en el plano privado su estado de salud.

De inmediato viene a la memoria Hugo Chávez, quien prefirió durante un largo tiempo no dar a conocer su cáncer, que lo hizo ausentarse por largos periodos de sus funciones como mandatario. El resultado fue fatal, Venezuela comenzó a desmoronarse antes de que él muriera.

En 2015, en una presentación de la ópera Tristán e Isolda en el Festival Wagner de Bayreuth, Merkel cayó de su silla en el entreacto y se habló de un desvanecimiento de dos minutos, según el tabloide Bild.

Un año antes sufrió una descompensación en medio de una entrevista con la cadena ZDF. Merkel argumentó también un problema de deshidratación. Pero con tantas señales de alerta parece que la falta de agua es un argumento muy frágil.

La agencia DPA indicó hace unos días que la canciller ha tenido problemas por la falta de agua y el calor extremo en otras ocasiones, aunque no se habían reportado temblores de tal magnitud.

Los problemas en Europa son muchos y variados, pero las dudas sobre la salud de Merkel deben de ser una prioridad. Aunque parezca cruel, los líderes europeos deberían preparar un plan de contingencia.

POR ISRAEL LÓPEZ

ISRAEL.LOPEZ@HERALDODEMEXICO.COM.MX