La rebatinga por el Instituto de Migración

¿Por qué la Segob no se deshace ya del Instituto Nacional de Migración y se lo da formalmente a Relaciones Exteriores?

Todavía en la etapa de transición, cuando se definían sobre la mesa qué áreas se le dejaban o no a la Secretaría de Gobernación, el Instituto Nacional de Migración (INM) estaba en disputa.

Alfonso Durazo consideraba que debía pasar a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Olga Sánchez Cordero sostenía que debía permanecer en Gobernación.

La Secretaría de Relaciones Exteriores no entraba directamente en el jaloneo, pero Marcelo Ebrard actuaba ya como canciller en funciones y tomaba decisiones sobre el tema migratorio (por encima y sin consultar a la ex ministra de la Corte).

Los jaloneos no tardaron en dejarse ver. La Secretaría de Relaciones Exteriores y la de Gobernación se disputaron abiertamente no sólo el control del tema, sino —y sobre todo— el posicionamiento del gobierno mexicano frente a la migración, vis a vis de Estados Unidos.

Huelga decir a estas alturas, que Ebrard ganó la jugada y que Durazo hizo mutis al ver la pelea entre sus compañeros (más bien terminó aliándose con el canciller).

Pero algo más, y es donde queremos poner el énfasis: Olga Sánchez perdió. Perdió no sólo por su posición de brazos abiertos a migrantes, sino porque perdió el control del área, desde el momento en que el hoy ex comisionado del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén, no se atrevió a defender personalmente al INM.

Cuando se desató la crisis por los aranceles y Ebrard regresó a México con el ultimátum gringo de cumplir una serie de objetivos en 45 y 90 días, el ex presidente del Colegio de la Frontera Norte prácticamente ni se paró en las reuniones de emergencia convocadas por el canciller.

Guillén prefirió enviar a un representante (de primera, pero representante al fin, Ángel Trinidad Zaldívar), en lugar de ir él mismo a los encuentros para enfrentar la crisis.

Fue tal la molestia que eso provocó que Ebrard —quien traía en la mira a Tonatiuh— le pidió al Presidente su cabeza.

Y cuando en algún momento doña Olga quiso que entrara al quite Alejandro Encinas (subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración), el propio López Obrador rechazó la propuesta.

Tonatiuh se resistió más de la cuenta. Finalmente renunció.

Lo extraño ahora es que el INM siga estando en manos de la Secretaría de Gobernación, cuando todos sabemos que el que opera en todo es Ebrard y que el propio Francisco Garduño —nuevo comisionado del INM— es a él y a su gente a quienes responde.

Marcelo vive en el mejor de los mundos: si llega a pasar algo grave en el tema migratorio, la responsable es Gobernación. Si sale bien, la estrella es para el canciller.

La pregunta entonces es ¿por qué Gobernación no se desprende ya formalmente del INM?

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POR MARTHA ANAYA 

MARTHAMERCEDESA@GMAIL.COM 

@MARTHAANAYA