La sola norma de paridad no va a hacer el cambio. La obligatoriedad será, sin duda, los dientes para garantizar que las mujeres estemos por la mitad en la conformación de gabinetes y candidaturas.
No obstante, ahora trabajaremos en lo más difícil: cambiar en la representación simbólica aquellas imágenes discriminatorias sobre las mujeres en política. E iría más allá. Debemos ser copartícipes en cómo crearemos nuevos códigos sociales, hasta ahora sesgados por el machismo. A continuación me explico.
Invito a hacer el siguiente ejercicio: piense en los eventos dirigidos por nuestras próximas presidentas municipales y representantes de cabildo. Ahora seremos muchas más, ¿pero, quién coparticipará en los trabajos de crianza que históricamente nos han sido asignados?
No importa si somos funcionarias públicas o secretarias de Estado. A la mayoría, el rol de género nos exige dejar todo preparado para que la jornada de los nuestros acontezca con normalidad. Pero ¿estamos trabajando con nuestro círculo de confianza para hacer redes de apoyo que soporten la responsabilidad?
Pensaría también sobre esta República que estamos transformando, en la cual los actos protocolarios deben adquirir una posición más progresista. Ya la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller hizo una gran aportación, al des-marcarse de esa posición del trabajo público no remunerado, asignado a las esposas de gobernantes por “tradición”, pero donde la realidad es que no se elige a una pareja de gobierno.
¿Las nuevas funcionarias serán evaluadas con la misma severidad cómo si el mandatario fuese un hombre o habrá un doble rasero para el escrutinio público, donde se pongan en tela de juicio sus elementos personales como parte de la evaluación ciudadana? ¿Seguiremos preguntando a las mujeres dónde dejaron a sus hijos para acudir a la reunión o al evento?
En este proceso hay que romper con clichés hacia aquellas mujeres destacadas en la política. Dejar de asociar que están en el servicio público dada su relación pública con hombres en el poder y donde ellas han accedido vía la seducción hacia el gobernante y también dejar de replicar que, por una carga distinta en la responsabilidad de los cuidados, ellas merecen los vilipendios y ellos los vítores.
Los estereotipos de género integran las primeras capas del entramado de violencia política al que nos enfrentamos, es urgente cambiar el lenguaje y promover nuevas prácticas sociales, lo que permitirá blindar los procesos, y que la evaluación del trabajo sea objetiva.
El orden patriarcal se ha sacudido con la norma de paridad, pero si no avanzamos en políticas públicas a favor de sistemas efectivos de cuidados y en legislación sobre violencia política de razón de género, el camino se llena de obstáculos, donde se perpetúa la falacia de que “no hay mujeres que quieran ocupar los cargos”. La realidad nos arroja que, desde hace mucho tiempo, como lo hemos demostrado ya desde el Legislativo -que mantiene paridad en su integración-, estamos listas para la encomienda pública. Avancemos en ello.
WENDY BRICEÑO ZULOAGA
PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE IGUALDAD DE GÉNERO
@WZULOAG