Resulta mezquino que el Presidente de México llamé hipócrita, denoste y minimice a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, desde luego, manifestando que “la respeta” pero con su actuar hace lo opuesto.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos es una de las últimas líneas de defensa de quienes han sido vulnerados en sus derechos fundamentales. Una institución seria y necesaria, un contrapeso importante para el gobierno frente al ciudadano.
“Hipócrita” la llama el Presidente, por la simple razón que dicho organismo consideró que hubo violación a derechos humanos por los insensatos recortes presupuestales al programa de estancias infantiles, emitiera recomendación, así como interpusiera una acción de inconstitucionalidad en la Suprema Corte de Justicia de la Nación en contra del ordenamiento secundario del nuevo texto constitucional que creó la Guardia Nacional.
Los señalamientos del Presidente no sólo carecen de razón y sensibilidad, éste es un juego donde sólo pierden los que menos tienen y los más vulnerables, a esos que él dice defender y estar primero por el bien de todos. Con su conducta, debilita una institución que sirve al ciudadano no al gobierno.
La Comisión Nacional tiene un procedimiento; no actúa fuera de la ley; recibe quejas por posibles violaciones a los derechos humanos, inicia su procedimiento, investiga, pide antecedentes de los actos de autoridad y posteriormente recomienda, si es que considera se verificaron violaciones a los derechos humanos.
Nos ha tomado la mayor parte de nuestra historia construir la Comisión, en esa historia nacional en donde los mexicanos han sufrido violaciones brutales e indescriptibles a los derechos humanos a lo largo de la misma.
Cómo es posible que hoy, un presidente trate de debilitar y menoscabar una de las instituciones protectoras de los más vulnerables, llamándole hipócrita, lo anterior con el único objetivo de creer que su poder es absoluto y que nada ni nadie puede ser un contrapeso.
El Presidente debe unir al país, no seguir dividiéndolo; fortalecer las instituciones que han costado mucho construir, no tratar de destruirlas.
La voracidad política y el apetito insaciable de poder de este régimen trata de aplastar cualquier institución que pretenda servir de contención.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos es la defensora de quienes difícilmente pueden acudir al juicio de amparo, por ello, dicha Comisión es una de las últimas oportunidades de defensa del ciudadano frente al Estado.
Protejamos lo que nos heredaron nuestros padres para que nuestros hijos puedan defenderse de cualquier régimen arbitrario que gobierne al país.
No dejemos los atropellen los que gobiernan en turno, ya que lo más seguro es que algún día todos, por algún motivo, tengamos que recurrir a ellas.
POR JOSÉ LAFONTAINE
ABOGADO POSTULANTE
@JOSE_LAFONTAINE