Lo conoci? desde los tiempos en que haci?amos el programa Videocosmos y alli? comenzo? una de esas sabrosas conversaciones inacabadas que invariablemente terminan con un “luego lo seguimos platicando”.
Fue un invitado recurrente al programa Susana Adiccio?n, y algunos mie?rcoles por la man?ana comparti?amos el cafe? y tuve el privilegio como productor de conocer de primera mano el tema del que Armando nos hablari?a.
Al “buenos di?as” que nos da?bamos, siempre le segui?a el “¿de que? va tu pla?tica de hoy?” y entonces con su orgulloso acento y calo? con tintes de barrio bravo, abri?a la puerta a una prodigiosa memoria que recorri?a calles, plazas, sucesos, ane?cdotas, historias aderezadas de lugares nada comunes donde vive y permanece una ciudad entre palacios y vecindades.
Fue en un amante de la ciudad, y asi? lo declaro? una y otra vez como escritor, cronista, periodista, narrador, impulsor del arte y la “cultura de las subculturas chilangas” donde lo cotidiano del ombligo de la Luna se transforma en eterno.
Su trayecto por la memoria de la ciudad “ma?s transparente”, pero tambie?n rebosante de claroscuros, comienza cuando su libro "Chin, Chin, el Teporocho" llega al cine en 1975 bajo la direccio?n de Gabriel Retes y asi? fue como el albur, el lenguaje popular y la marginalidad soslayada por los citadinos es recompensada con un Premio Ariel.
A partir de entonces, la labor de Armando Rami?rez tuvo como protagonista nuestra ciudad y como escritor de novelas como "Bye bye Tenochtitla?n", "La cro?nica de los chorrocientos an?os", "Quincean?era" o "Noches de Califas", que fuera adaptada al cine por Ismael Rodri?guez; y su presencia en radio, la prensa y la televisio?n lo destacaron como cronista urbano.
Una de sus mayores aportaciones fue el ser cofundador del Colectivo Arte Aca? que llevari?a a las expresiones de la cultura popular chilanga, en especial de su nativo barrio de Tepito, hacia el reconocimiento del mundo entero.
Fue uno los ma?s destacados cronistas y compartio? esa relacio?n de quienes vivimos en “donde el a?guila devora a la serpiente sobre un nopal”. El primero que escribiri?a en lengua castellana acerca de nuestra ciudad seri?a Bernal Di?az del Castillo, pero curiosamente, segu?n la teori?a de un destacado historiador france?s, fue el mismi?simo Herna?n Corte?s quien escribiri?a esta obra en donde el conquistador se ve conquistado por la magnificencia de la Gran Tenochtitlán. Quiza? por ello nuestra relacio?n entre el recuerdo y el olvido.
El ser cronista de la CDMX se obtiene a pulso, y no implica ser un escritor, sino que abarca muchas facetas. Los ma?s reconocidos con- tempora?neos que ha tenido nuestra ciudad han sido, por mencionar algunos, Salvador Novo, Miguel Leo?n Portilla, Guillermo Tovar y de Teresa, Ricardo Garibay, Xavier Villaurrutia, Armando Jime?nez o Jose? Agusti?n, pero tambie?n los pintores Gerardo Murillo El Dr. Atl o Diego Rivera; y a nivel musical, Chava Flo- res, Guadalupe Trigo o inclusive Cri Cri nos legaron canciones que retratan a nuestra ciudad.
Parafraseando a Monsiva?is: “Somos tantos en CDMX que el pensamiento ma?s exce?ntrico es compartido por millones”, y quiza? esta sea la reflexio?n final.
Hasta siempre amigo, tarde o temprano seguiremos platicando del “ma?s aca?”, pues “¿que? tanto es tantito?, ya en cualquier ratito nos vemos en el “ma?s alla?…”.
Por Luis de Llano Macedo