Las cartas de renuncia

El Presidente, Morena y la Cuarta Transformación crearon un nuevo género literario que tendrá amplitud los próximos seis años

México, bajo la guía del gobierno del presidente López Obrador, de Morena y la Cuarta Transformación, ha tenido un primer éxito literario. Ha logrado crear un nuevo género literario, que seguramente va a tener larga vida durante los siguientes seis años. Se refiere a la redacción y publicación, en caliente, de cartas de renuncia de funcionarios del mismo gobierno. Este género es distinto a los géneros de, por ejemplo, la publicación de cartas privadas (de amor o de asuntos públicos, de figuras del mundo de letras o de la vida política) y del género de los diarios personales, años después de desaparecidos sus autores y de gran parte, o todos, sus protagonistas. Esos géneros –cartas y diarios– destacan por su publicación a una distancia temporal, normalmente mucha, de los hechos que relatan o refieren. En ello, tienden a servir a sus lectores como instrumento para conocer estados de ánimo, motivaciones en la toma de decisiones, condiciones circunstanciales o simplemente el morbo de contar un chisme sobre personas o situaciones que siempre fueron motivo de especulación pública y privada. Con este nuevo género –el de las cartas de renuncia– las consideraciones son radicalmente diferentes. Su valor literario reside justamente en su inmediatez. Se leen los textos producidos por sus autores profusamente y son comentados ampliamente en televisión, radio, medios impresos y redes sociales. En este caso, la distancia temporal con los acontecimientos disminuye su valor. La inmediatez procura reacciones casi instantáneas, e igualmente apasionadas, de quienes se sienten, o simplemente son, mencionados o referidos en los hechos relatados. Por tanto, el género de las cartas de renuncia logra algo muy moderno: interactividad. La inmediatez alcanza otro objetivo adicional, seguramente buscado por el autor: el éxito literario inmediato. No tiene que esperar la muerte para que su texto sea reconocido como algún tipo de contribución a vasto acervo humano de textos a ser leídos y reconocidos. Asegura estar en boca de todos al momento, aunque sea por un tiempo indeterminado. El género de las cartas de renuncia ha proliferado en este gobierno también por razones que tienen que ver con la cultura intelectual que ha gestado al paso de su gestión. Esa cultura intelectual que impulsa el gobierno de Morena es una que podría definirse como de una rispidez confrontacional con otras versiones. Esto quiere decir que no admite interpretaciones distintas a la suya de las decisiones, acciones u orientaciones que ha tomado. Como se dice en buen marxismo, hay una única e indivisible interpretación posible y admisible de los hechos. El resto es traición. Todos los mexicanos somos testigos de la larga lista de ofendidos, insultados, acusados, burlados, expuestos y señalados que han sido decapitados por ese patíbulo público diario administrado y manejado por un mexicanísimo Robespierre y su conjunto de consortes silenciosos y obedientes que lo acompañan. Tanto quienes no participan en el gobierno, como quienes forman parte de él, saben a lo que se atienen cuando osan levantar la voz en protesta por acciones u omisiones graves que comete la gestión pública. El partido ahora gobernante se formó en las peores de las tradiciones de la oposición política: en el rencor, resentimiento y deseo de venganza. No existe en su vocabulario la generosidad en la victoria, la unión como propósito ni la capacidad de escucha de otra visión o interpretación de datos y hechos. El partido actúa como jauría en el poder, resuelto a devorar todo aquello que considera una afrenta a “su” visión. De ahí la validez, para la jauría que no razona, de que existen “otros datos” y que la palabra de descalificación del líder es una licencia para matar. Dentro de la propia jauría hay gente inteligente y con cabeza propia, pero son consumidos por su ambición personal, el miedo o, francamente, el cansancio. Los autores redactan y publican sus cartas de renuncia en este ambiente, el de la jauría, del jinete sin cabeza, de la irracionalidad como valor supremo. Por lo tanto, ese contexto es definitorio: después de la carta, habrá que sufrir y aguantar el ataque de la jauría. Además, no hay manera de irse dignamente del gobierno con el que existen diferencias conceptuales y programáticas: el desprecio, los insultos y las ofensas públicas podrían, fácilmente, ser seguidos de investigaciones judiciales orientados con un interés específico. Ni dudarlo. La carta de renuncia es un acto en defensa propia. Es evidente que la jauría atacará inmisericorde. Por tanto, es mejor expresar las razones de la renuncia desde la carta, y no después, cuando aparece como una defensa tardía y, por tanto, desde una posición de debilidad. Este nuevo género va a seguir acumulando adeptos, eso no hay que dudarlo.

POR RICARDO PASCOE

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