La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) abre a los legos un problema de fondo en las finanzas públicas. El lo señala: hay desavenencia entre el que manda y el que obedece, porque se toman decisiones económicas sin sustento. Corre la otra versión: esa Secretaría dejará de ser fuente de poder político… y económico.
Urzúa supo, desde antes de encargarse de esa oficina, que se iría pronto. Durante la transición confió a sus más allegados que deseaba renunciar a esa oportunidad. ¿Por qué no lo hizo? Procedió como la núbil novia, que responde a quienes le advierten que el hombre con el que contraerá nupcias es calavera, que ella lo va a cambiar. Nunca debió aceptar.
A partir de cierta edad, el carácter que nos da identidad resulta imposible de modificarse. Somos el reflejo de nuestros anhelos, sueños, necesidades y también errores e insistencias en hacer lo que no se puede o simplemente no se debe.
Que Arturo Herrera sucede a Carlos Urzúa no resuelve el problema real. La propuesta de la política económica está dada y es refrendada cotidianamente. El nuevo titular de la SHCP no es nuevo en esas lides, tampoco en su trato con el titular del Poder Ejecutivo. Ya se conocen y saben qué pueden esperar uno del otro, como el que se fue supuso que sabía.
Herrera sabe bien a qué atenerse, pues no hace mucho, y en una mañanera o de manera exclusiva, le dio un palmetazo nomás abrió la boca en Inglaterra, cuando se atrevió a sugerir que era preferible posponer la edificación de la refinería de Dos Bocas, para invertir esa lana en la refinanciación de Pemex. Se parte del supuesto de que hay recursos para todo.
Recordar ese episodio reciente me permite pensar que el secretario Herrera es audaz o ingenuo, porque contadas ocasiones tendrá la oportunidad de expresar su opinión, sobre todo si ésta desaconseja o desautoriza lo ya supuesto, aprobado y programado, aunque se trate de remendar con telas viejas una nueva cobija o se ponga el vino nuevo en odres viejos que modificarán su sabor.
Es oportuno recordar la condición humana, ensayo en el que Hannah Arendt nos indica: “Cualquier cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume de inmediato el carácter de condición de la existencia humana. De ahí que los hombres, no importa lo que hagan, son siempre seres condicionados…”.
A la luz de esta reflexión adquiere relevancia la fotografía de la hija de Urzúa colgada del cuello de su padre, a quien felicita por su valor y congruencia.
También sobresale el hecho de facilitarse o permitirse hacer públicas las razones de las renuncias. El silencio en ese ámbito se ha roto, y de ninguna manera puede permitirse su regreso.
Esa permisividad muestra que la esencia del poder cambió. Cierto es que puede restablecerse el autoritarismo, pero ¿a qué costo?
¿Es aconsejable? Los dilemas quedan abiertos.
POR GREGORIO ORTEGA MOLINA
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