El arte de no pensar

Sin duda el cerebro humano es el elemento más complejo que la evolución ha creado en este planeta y, además, es una de las pocas cosas que hemos alcanzado a comprender del universo. El hecho de que un ser pueda tomar consciencia de su propia existencia representa no sólo un parteaguas en el desarrollo de la vida, sino también una muestra prodigiosa de cómo el universo intenta comprenderse a sí mismo a través de nosotros. El cerebro gestiona muchas de nuestras funciones vitales y atiende a todas ellas en planos diferentes (consciente, inconsciente y subconsciente). Todos estos planos nos ayudan a gestionar nuestras necesidades sin entrar en crisis. Por su parte, la capacidad de pensar racional y lógicamente es una herramienta muy poderosa y útil, que ha contribuido de manera fundamental a nuestro entendimiento de la realidad y a la conformación de nuestras sociedades, además de nuestros códigos culturales que, dicho sea de paso, nos han permitido ejercer nuestro dominio sobre todas las demás especies que habitan este mundo. Sin embargo, gracias al sistema mercantilista en el que vivimos, donde la competitividad rapaz y el consumo per se son los parámetros del “buen vivir”, la capacidad de pensar se ha llevado al límite generando una identificación del “yo” con la herramienta del pensar, poniéndonos en un modo automático donde nos olvidamos de las otras funciones que, como seres humanos, poseemos para disfrutar la vida, como sentir, intuir o contemplar. De pensar demasiado devienen los grandes males de nuestra era, es decir, la neurosis, el estrés y la depresión, que son el origen (según los recientes estudios científicos) de la mayoría de nuestros padecimientos físicos. Para activar el resto de nuestras funciones —sentir, intuir, contemplar, etc.—, necesitamos desactivar y equilibrar la única herramienta que el sistema consumista demanda de nosotros, además de equilibrar nuestra vida a través de la estabilidad y la paz interior. Muchas tradiciones milenarias, sobre todo las surgidas en oriente, han profundizado a lo largo de los siglos sobre las vías para llegar a conseguir este equilibrio y disfrutar de este viaje finito que es la vida. En consecuencia, un primer paso para el autoconocimiento y la evolución personal es entender que no somos la voz que escuchamos dentro de nuestra cabeza, sino que somos quien escucha esa voz. En el momento en que damos este “pequeño” paso encontramos la perspectiva adecuada para saber que hay algo más allá de nuestros pensamientos. Y ese algo es la vida misma, que se encuentra en ese vértice donde el tiempo y el espacio existen verdaderamente, ese instante efímero pero también constante al que llamamos presente.

Por Jorge Iván Domínguez

Comentarios.

Twitter & Instagram: @jorgeivand