Pues ya lo dijo el líder de masas e ídolo de multitudes: acepté la renuncia de Carlos Urzúa a la secretaría de Hacienda por neoliberal; se me quería subir a las barbas con el Plan Nacional de Desarrollo, que parecía hecho por José Antonio Meade y Agustín Carstens.
Y eso no lo iba a tolerar porque estamos en un proceso de transformación del país.
Confirmó también lo que todo México sabía y lo que comentamos ayer en este espacio: que se agarró a trancazos con Alfonso Romo por varios temas, entre ellos, el de la “banca del subdesarrollo”.
En el caso de Urzúa. La realidad es que desde hace varios meses el Presidente lo traía entre ceja y oreja, o para decirlo más elegante: A toallazos.
Empezó regando el atole con la cancelación de los bonos del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en donde quiso pagar a los tenedores de estos mucho menos de lo que valían en el mercado. Finalmente aflojó el cuerpo. Después, le dijo al subsecretario de la misma dependencia (que ahora es el secretario) que declarara al Financial Times que la refinería de Dos Bocas, Tabasco, era un sueño guajiro porque no había lana, asunto que tuvo que aclarar el primer mandatario.
Otro toallazo se lo puso AMLO porque los técnicos de Hacienda pusieron demasiados requisitos para que empresas de la frontera norte tengan acceso a estímulos fiscales, y eso ha evitado que se apliquen mejor.
“La Secretaría estableció que el plan de apoyo fiscal va a durar dos años, y las empresas no consideran esto suficiente. He aclarado que no son los años, es todo el sexenio…”, se quejó el primer mandatario. Pero no me hacen caso los de Hacienda, dio a entender.
En esta columna preguntamos en marzo pasado: ¿Cuántos errores más está dispuesto a aguantarle el presidente a su secretario? Pues ya vimos que la gota que derramó el vaso fue el Plan Nacional de Desarrollo.
En cuanto a las diferencias entre Alfonso Romo y Carlos Urzúa por el manejo y operación de la “banca del subdesarrollo” (Nafinsa, Bancomext, Banobras, entre otras instituciones), desde el arranque de la actual administración, Urzúa manifestó a AMLO su inconformidad porque nunca en la historia financiera de este país los bancos de fomento del gobierno habían estado bajo el dominio de la Oficina de la Presidencia de la República.
Siempre había sido el secretario de Hacienda, con la venia del primer mandatario, quien designaba a los directores generales, que eran amigos de unos y otros, y a quienes les debían ciertos favorcitos. Por eso el negro historial de la banca de desarrollo, que Alfonso Romo se encargará de seguir escribiendo con sus cuates a los que nombró directores de varias instituciones, principalmente Nacional Financiera.
Y ya que hablamos del ingeniero Romo, dicen quienes le hablan al oído, al presidente, que es el próximo nominado para dejar el cargo. Pronostican que no carga los peregrinos. ¡Hagan sus apuestas!
Por LUIS SOTO
Lo despidió por neoliberal
En el caso de Urzúa, la realidad es que desde hace varios meses, el Presidente lo traía entre ceja y oreja