A siete meses de asumir la Presidencia de la República, la Cuarta Transformación que encabeza Andrés Manuel López Obrador atraviesa su momento más difícil.
La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y las razones hechas publicas, a través de su carta, representan un severísimo golpe a la 4T, aunque hoy se le quiera devaluar. El golpe es más dañino y poderoso, porque viene del seno mismo del grupo en el poder y evidencia públicamente lo que se susurraba en mesas de café y pasillos del gobierno federal: las profundas diferencias y disputas, grillas y traiciones al interior del equipo de gobierno del presidente López Obrador.
Los carroñeros de la 4T no esperaron ni 24 horas, tras hacerse pública la renuncia, para comenzar a lapidar la figura de quien fue considerado el mejor funcionario -el más serio, preparado y respetado- del gabinete de López Obrador. “Traidor al movimiento” es lo menos que le han dicho. El primero en descalificarlo fue el propio Presidente en su conferencia mañanera de ayer que estuvo llena de mensajes.
Comenzó por declarar que fue directamente él, López Obrador, quien tuvo serias diferencias con el exsecretario Urzúa por el manejo de la política económica. Afirmó que eran evidentes las diferencias entre Urzúa y Alfonso Romo por el manejo de la Banca de Desarrollo. Dijo también que la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo que presentó Urzúa era más de lo mismo, “era una concepción en inercia neoliberal y había que marcar la diferencia”. Pero las “discrepancias” de Urzúa no pararon ahí, también las tuvo con la directora del SAT, Margarita Ríos-Farjat.
Si eran tantas y tan profundas las diferencias de Urzúa con el proyecto económico de la 4T, ¿se equivocó el Presidente al designarlo Secretario de Hacienda? Eso difícilmente lo sabremos, porque López Obrador no suele aceptar públicamente sus errores.
Además, lo dejó como mentiroso al negar que haya “patentes conflictos de interés” en el gobierno federal como lo denunció en su carta de renuncia. Incluso, descartó investigar la supuesta imposición de funcionarios sin conocimiento de la Hacienda Pública.
Imagine cuán desgastada estaba la relación entre el Presidente y el exsecretario de Hacienda que le aceptó la renuncia de inmediato, no intentó hacerlo cambiar de opinión y prefirió hacerla efectiva y pública inmediatamente, a pesar de las consecuencias previsibles en el tipo de cambio, la bolsa de valores y la confianza de inversionistas y calificadoras internacionales.
Independientemente de las diferencias de opinión en el manejo económico del país, Urzúa denunció corrupción en el equipo de gobierno de López Obrador. Si es cierto que la Cuarta Transformación es a prueba de corruptos, abierta y transparente, ¿por qué negarse a investigar? ¿Acaso Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, la secretaria de la Función Pública, necesita la autorización de su jefe para cumplir con su trabajo?
Por Alejandro Cacho
Las batallas de la 4T
El primero en descalificar a Urzúa fue el Presidente, en su conferencia mañanera de ayer, que estuvo llena de mensajes