Se llama Frida, como Kahlo. Por eso su vida duele dos veces. Frida es la hermana de un gran amigo y vive en Sudamérica desde hace 7 años. Es la químico-fármaco-bióloga encargada de un laboratorio de medicamentos, al cual llegó a poner orden por la sospechosa merma de precursores químicos que tuvieron en la empresa, cuyo destino no era difícil adivinar. En otras palabras: es una mujer valiente, resuelta y muy preparada.
Pero ni así, ni un perfil de ésos está exento de caer en la depresión. Frida ha vivido un tormentoso encierro ensimismado desde hace tiempo, que la semana pasada tocó fondo. En una llamada telefónica confesó a su familia que la ansiedad la tenía al borde de una acción más allá de sus arrestos. Colapsó. Admitió que sentía miedo de no poder controlar ni hacerse responsable de las ganas que le sobrevinieron de tomar acciones irreductibles, y la familia comenzó a hacer una serie de guardias virtuales a través (y gracias) a las posibilidades de las telecomunicaciones de hoy: trataron que en sus momentos fuera del trabajo no estuviera sola, sin hablar con algún conocido.
Entonces, su madre decidió, sin mayor preámbulo, ir a buscarla. Un trámite migratorio la habría de demorar: actualizar su pasaporte. Pese a explicar la urgencia de su situación en una delegación de la SRE, le dijeron que ese motivo no era suficiente para acelerarle la entrega de una cita y la expedición de su pasaporte nuevo. Tuvo que viajar de la CDMX al estado de Durango, donde sí le dieron cita y el documento para el mismo día, y salir a Sudamérica la mañana siguiente.
Y entonces me pregunté: ¿qué motivo podría ser más urgente que declarar a alguien en crisis nerviosa con potencial suicida? ¿Por qué las estadísticas funestas no importan? Son 6 mil suicidios al año, al menos, en México y casi un millón en el mundo: prácticamente dos suicidios por minuto, ininterrumpidamente, en el planeta. ¿No es motivo suficiente? Cuando alguien tiene que ir a repatriar el cuerpo de alguien, el trámite exprés existe, pero ¿qué no es más importante ir a evitar que eso ocurra, que darle trámite a lo –desafortunadamente– ya ocurrido? ¿Por qué sí tenemos tecnología para cobrar inmediatamente una infracción de tránsito o por qué si hay más disposición para el ingreso de la migración indocumentado, que para permitirle a alguien que vaya a dar paz a un espíritu atribulado? No lo sé.
Sólo sé que Frida, la libró. Y aunque ya está mejor, sostiene que, de alguna forma, algo murió en ella esta semana. Que suicidó ese dolor. Y no puedo dejar de pensar en los paralelismos. Como el de la primera línea de este texto, que es un explícito parafraseo del inicio de la novela de Volpi A pesar del oscuro silencio. Como el paralelismo de Frida con Kahlo: su crisis inició el sábado pasado, fecha similar en que nació la pintora mexicana, y volverá a casa pasado mañana, día en que se cumplirá un aniversario luctuoso más de la gran artista feminista, que enseñó a sobreponerse a los colapsos del alma y de la carne. Bienvenida, Frida.
POR HUGO GONZÁLEZ
HUGO.GONZALEZ@TECNOEMPRESA.MX
@HUGOGONZALEZ1
El suicidio de Frida
Su crisis inició el sábado pasado, fecha similar en que nació la pintora mexicana