El valor de los medios públicos

Es lamentable que en el gobierno de López Obrador se pretenda convertir a los medios públicos en gubernamentales

Durante la Segunda Guerra Mundial, los medios oficiales alemanes eran una muy eficiente máquina de comunicación. Sin embargo, no reportaban la verdad, sino la propaganda del gobierno: las victorias se magnificaban y los problemas se minimizaban. En cambio, el servicio de radio público británico (la famosa BBC) mantuvo su política de contar los hechos con veracidad. Pese a la guerra, no ocultaba las derrotas ni las malas noticias. Gracias a ello, acumuló una credibilidad enorme y el mismo Ejército alemán terminó sintonizando la radio británica, cuando se dio cuenta que la suya mentía. Ese es uno de los valores de tener medios y agencias informativas públicas: frente a la estridencia y las agendas partidistas, su imparcialidad ayuda a los ciudadanos a entender realidades complejas. Otro valor de los medios públicos es asegurar que la gente acceda a contenidos de divulgación cultural y científica, así como de análisis político y social de alta calidad, que muchas veces no ofrecen los medios comerciales porque no son redituables económicamente. Pienso, por ejemplo, en la estación Opus94, del IMER, que por años le ha abierto el mundo de la música clásica a millones personas. Ahí está también Primer Plano, programa de debate político en Canal 11, desde el que durante casi dos décadas se ha ejercido la crítica libre. La Dichosa Palabra, que se transmite por el Canal 22, es una tertulia de gran calibre intelectual, que difícilmente sería posible sin apoyo público, como tampoco sería posible producir (o adquirir) cientos de documentales, series y películas, nacionales y extranjeras, que este tipo de cadenas ofrecen a los mexicanos. Los ejemplos citados son sólo algunos de los más conocidos, pero el andamiaje de medios públicos en México es extenso y cuenta con excelentes representantes en todo el país. Por todo ello es lamentable que en el gobierno de López Obrador se pretenda convertir a los medios públicos en gubernamentales. Es decir, que estén al servicio del mandatario. Desde noviembre de 2018 Morena intentó cambiar la ley para que los medios públicos fueran controlados por la Secretaría de Gobernación. Más recientemente, la agencia de noticias del Estado (Notimex), bajo su nueva directora, se ha convertido en una máquina de propaganda gubernamental, que además ha atacado a voces críticas y desacreditado a periodistas. Ayer, se informó que la prestigiosa agencia británica Reuters cancelaría su contrato con Notimex. Ya no la consideran seria. Al mismo tiempo, se han creado programas nuevos, pero sin mayor valor cultural o científico, que sirven para dar espacio a voceros del gobierno, a la vez que se despide a personal que llevaba muchos años trabajando y conocen a fondo el sector, como fue el caso del IMER hace algunas semanas. Los medios públicos son un baluarte de información objetiva, pluralidad, cultura, ciencia, arte y, sobre todo, de pensamiento en libertad. Son de los ciudadanos, no del gobierno y ese es precisamente el sentido que los hace indispensables. Vale la pena defenderlos. Por Guillermo Lerdo de Tejada