Soy mestizaje. Soy mexica, mexicana, maya, olmeca, americano, latina, da igual, soy de esta tierra. Bebemos la misma agua, comemos de la misma tierra, caminamos sobre los mismos valles y hablamos la misma lengua, de Malintzin y Cortés. Nos baña el mismo Sol y nos baña la misma lluvia. Somos hijas del maíz, del frijol, del chile y las flores. Somos hijos bañados por el atlántico y el pacífico. La vida se impone en nuestra tierra, por más que nos autodestruimos y matamos.
En todas sus formas, verdes, con alas, subterráneas, invisibles, con patas, con manos, submarinos. Porque nuestra existencia tiene una razón histórica para nuestros tiempos, para nuestra tierra y para la humanidad.
Sabemos trabajar la tierra, sabemos limpiar el agua, sabemos llamar al viento y lluvia, y sabemos dar fuego y calor.
Somos tantas personas nacidas en esta tierra, por calenturas o por amor o por embriaguez. Pero aquí estamos. Y sonreímos a la adversidad. Sabemos bailar, sabemos soñar, sabemos abrazar. Sabemos vernos a los ojos, y decirnos la neta.
Sabemos llorar hombro con hombro y enterrar a nuestros muertos cantando. Sabemos perdonar y sabemos amar. Sabemos levantarnos cada día, aunque nos pese el alma y el dolor, cada vez más cercano.
Sufren madres, niñas, niños, y hombres también, porque insistimos en lastimarnos y diferenciarnos, en vez de darnos la mano y hermanarnos. Ahora que la tierra llora, tiembla, padece, necesita, y muere lentamente.El miedo nos mira a los ojos, veamos mejor con el corazón.
Ahora que tiene fecha de expirar, a este ritmo. O damos la vuelta, o damos la vuelta, lo antes mejor, aún podemos sembrar y dejar ir esas viejas costumbres que matan. Abracemos la vida, bailémosla, en vez de apagarla.
Por H. Rodrigo Moheno M.
INTERNACIONALISTA