México en Singapur

La alberca más grande del mundo en la azotea de un edificio.
 
"Me voy a llevar mi traje de baño y mis goggles para nadar largo como en viajes me gusta hacerlo", pensé, y así combatir el jet lag de las trece horas de diferencia con México. 

No solamente no me atreví a meterme -los que me conocen saben que privilegio ante todo la estética-, en realidad no quería encontrarme a alguno de los 50 mejores cocineros del mundo hospedados en el mismo hotel, nadando, con un Tom Collins en mano y posando para la selfie que corresponde. Vi a varios haciéndolo. Ese fue mi primer día en Singapur.  

 Llegamos amigos y colaboradores de todos los puntos de la tierra. Los chilenos y nosotros los que quizá de más lejos veníamos, pero ahí estábamos. Los cocineros vascos -tengo un crush con cada uno-, los japoneses y hasta nuevos amigos italianos de Lago de Como.

Grandes talentos de la cocina mexicana, el club de Toby de los cocineros peruanos, chefs ingleses a los que admiro y súper estrellas de la cocina en Estados Unidos que por ser vecinos de cuarto logré conocer -sin quererlo- un poco; todos en la misma ciudad con el mismo propósito, asistir a la ceremonia de los 50 Best Restaurants of the World. 

 Visitar los hawkers, comer mucho cangrejo y tratar de entender el chicken rice. Encontrar la buena tienda de café y darse vuelta lo mismo por los grandes restaurantes locales que por los jardines botánicos. Todo eso había que hacer en Singapur.
 
La ciudad parece de ficción -como a veces los resultados de la lista también lo son-, pero asistimos en grupos promotores, cocineros, medios, groupies y entusiastas de todas partes del mundo. 

La edición en Singapur de los llamados Óscares de la cocina fue polémica y traía grillita, pero a los mexicanos nos hizo felices. 
México está representado en cinco establecimientos y brilló no sólo porque su presencia en aquella lista es de verdad y genuina, sino porque nos llenó de orgullo que restaurantes mexicanos sean los mejores de Norteamérica y los más altos también en Estados Unidos.
Quién lo iba a decir.  

Por Valentina Ortiz Monasterio