Todas las mañanas paso a Starbucks por mi café. A veces pido un americano caliente y a veces un frapuchino frío (ya usé un envase de plástico y popote). Ese día comí en la oficina porque tenía muchas juntas. Pedí comida a través de una app. Sopa, una pechuga asada, o una carne y además venía con postre (tres envases de unicel). A media tarde, unos pepinos como colación que compré en un puesto de la esquina (en vaso de plástico). Por supuesto, voy a todos lados con mi botella de agua (envase de plástico). Podría tener mi propio bote de basura en la oficina, pero no se vería bien. Y lo digo porque lo llenaría de tantos envases que consumo con tan sólo un día de trabajo. Ésa era mi vida, hace apenas un año. Ahora, he cambiado hábitos. Pero, ¿por qué antes no lo hacía? Muy simple, porque nunca me enseñaron a hacerlo. Me da gusto que como yo, hay muchos jóvenes que se están preocupando cada vez más por el medio ambiente y es que los millennials son la generación que ha sido reconocida por su conciencia ambiental, por ser consumidores responsables y cambiar sus hábitos con el fin de cuidar a la naturaleza.
Una encuesta realizada por el Foro Económico Mundial en 180 países a los millennials arrojó que casi 50 por ciento de los jóvenes ve la destrucción de la naturaleza como uno de los asuntos más graves a nivel mundial y el calentamiento les preocupa más que a otras generaciones. Y es que probablemente nos está cayendo el veinte, de que lo que le pase a la naturaleza, nos pasa a nosotros y no sólo eso, además, hoy en día los jóvenes están dispuestos a gastar más dinero en productos sustentables. Porque como dijo el filósofo George Hoolland: cuando la calidad de vida cae para el medio ambiente, cae para el ser humano.
Por MARÍA DEL MAR BARRIENTOS