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La Necesidad de la Ley versus la Ley de la Necesidad

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OPINIÓN

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Aún cuando varias personas ven una misma escena, la presencian, participan en ella, no todos observan, perciben ni deducen lo mismo de ella. Una cena entre dos, puede ser un gratísimo recuerdo para uno, mientras que resulta una velada desagradable para el otro. Pese a que estemos frente a una determinada realidad, no la entendemos de la misma forma. Hay mucho del gramaje de la perspectiva emocional y racional, de aquello que hemos vivido antes, de las expectativas que tenemos y, por supuesto, de la forma en que cada uno suele pensar y acomodar las cosas. A unos puede darles paz; lo que a otros, incertidumbre; y peor aún, a otros más les genera zozobra o miedo. Unos podrán ver oportunidades donde otros avizoran crisis. En cualquiera de los graves problemas que le aquejan al país reconoceremos versiones encontradas. Adeptos de un lado y del otro. Críticos acérrimos y porristas entusiastas. Se trata, ciertamente, de distintas interpretaciones que tienen las mismas circunstancias; de significados no necesariamente universalmente entendidos. Se trata de valores que se sobreponen entre sí, en una escala de prioridades; integridad versus legalidad, estabilidad versus educación, obediencia versus legalidad. En Derecho existen excluyentes de responsabilidad y excusas absolutorias que se adecuan a casos concretos. Si un delito merece una pena, también es cierto que la ley contempla casos de excepción para no castigar. Algo así como una reversión de los principios. La ley tiene una necesidad, pero también la necesidad tiene una ley. La legítima defensa es un ejemplo. Pero justamente, se trata de excepciones claramente establecidas en la ley. La ley está para fijar límites. No pueden aplicarse excepciones abiertamente so pena de que ésta pierda su imperio. Hoy vemos decisiones y reacciones ciudadanas esconderse bajo una hipotética “ley de la necesidad”. Porque así tenía que ser. Porque no podía seguir siendo distinto. No entraré en el análisis de si son debidas o no, justas o injustas, oportunas o inoportunas; lo que quiero destacar, es la confusión y la pérdida de un diálogo ordenado; la ley comienza a perder vigencia. La Torre de Babel se asoma en el horizonte. Ana María Shua es una escritora argentina autora de un cuento que se llama Naufragio. Trata de un barco que está en altamar atravesando una tormenta. En medio de la embestida de las enormes olas, el capitán grita a su tripulación: “¡Arriad el foque, marineros!”, mientras que el segundo de a bordo replica: “¡Arriad el foque!”. Segundos más tarde, el capitán ordena gritando: “¡Orzad a estribor!”; el segundo de abordo replica la instrucción: “¡Orzad a estribor!”. “¡Cuidado con el bauprés!”, grita el capitán. “¡El bauprés!”, repite el segundo. “¡Abatid el palo de mesana!”, grita desesperado el capitán. “¡El palo de mesana!”, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos desesperados y desconcertados de un lado al otro de la cubierta. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

SANDRO GARCÍA–ROJAS

COLABORADOR

@GARCIAROJASSAN