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El acoso y las instituciones

La crisis exige medidas ejemplares para evitar en lo posible que estas actuaciones se repitan

OPINIÓN

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MeTooMexico irrumpe con ímpetu en el panorama social mexicano. Las reacciones son de todo tipo, pero a nadie deja indiferente. Hay diversas actitudes ante la exposición pública: quien prefiere callar y esconderse, quien opta por reivindicar su inocencia. Todo en medio de un clamoroso desconcierto. No parece que las instituciones mexicanas estén preparadas para encauzar la denuncia y la ira. También las instituciones miran hacia otro lado en otra demostración de indiferencia y de incompetencia. Con todo, la explosión no debería haberles agarrado a contrapié. Desde hace tiempo se venía fraguando lo que hoy es un estallido unánime de mujeres abusadas y acosadas. Ni se prepararon ni se dotaron de mecanismo adecuados para enfrentar con eficiencia el cúmulo de acusaciones. Pero hay recintos que deben actuar de inmediato sin esperar a los debidos procesos que deben incoarse. En un estado de derecho la presunción de inocencia es incuestionable. El caso más evidente son las instituciones académicas de cualquier rango educativo. Al día de hoy, da la impresión de que fuera de la Universidad Autónoma del Estado de México, cuyo rector ha enfrentado el escándalo de manera expedita, las demás, en lugar de defender los derechos de las víctimas, amparan la impunidad de los acosadores. La crisis exige medidas ejemplares para evitar en lo posible que estas actuaciones se repitan. Con mayor razón en aquellos casos en que el acusado goza de más poder, puesto que disfruta de condiciones para que el abuso y el acoso carezcan de contención. Sucede también que algunas instituciones de prestigio nacional, cuyos académicos acostumbran a elevar la ética a coto privado, no actúan cuando alguno de sus miembros es el acusado, quien a su vez no se quita la dichosa palabra de su boca. Esta situación desnuda a unas instituciones alojadas en una hipocresía intolerable, en una doble moral insoportable. Por razones obvias, las instituciones públicas tienen la obligación de atender estos casos de manera expedita. A día de hoy, muchas estarán esperando a que amaine el temporal, en lugar de entender que es su deber enfrentarlo para asegurar el bienestar de sus estudiantes. Antes que la comodidad de los profesores, está la educación de los alumnos. El Consejo Nacional de Ciencia y Tenología, Conacyt, tiene mucho que decir en este asunto, en lugar de mirar a otra parte. No puede escudarse en que fomenta la investigación, puesto que se realiza de acuerdo con criterios de ética profesional. Conacyt tiene que actuar de manera ejemplar como lo ha hecho en otros casos, de otra manera evidencia que sus sanciones obedecen a casos particulares y no a un interés nacional. Ayer comentó el Presidente de la República sobre este tema que hay que ventilarlo todo, sacar todo a la luz. Más claro, ni el agua.