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Deporte y ciudadanía

OPINIÓN

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Ya desde la antigüedad grecolatina, cuando el poeta Juvenal forjó el apotegma de mens sana in corpore sano, se tenía valorizado el papel que juegan las actividades físicas en la vida del ser humano, tanto en el plano individual como elemento nodal para el bienestar físico y el equilibrio emocional, y en el espacio social como factor de fortalecimiento societario a partir de la competencia honesta. En nuestra época el deporte sigue conjuntando esos valores originalmente reconocidos, pero ahora afirmado dentro del catálogo de derechos humanos definidos internacionalmente, y como un elemento primordial de sociabilización. Por ello, el deporte se asocia a una visión integral del desarrollo humano, relativa a la necesidad de que las personas puedan desplegar plenamente todos sus potenciales físicos, intelectuales y éticos, para que todo ello incida positivamente en la multiplicidad de interrelaciones que se producen en las colectividades. Lo anterior constituye la razón por la cual la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas ha designado al 6 de abril como el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. A partir de este enfoque, impulsado por la comunidad internacional, las prácticas deportivas hoy representan un catalizador muy poderoso para el impulso de los valores esenciales que reclama la convivencia, la equidad y la paz en las diversas sociedades, tales como la solidaridad, la inclusión, la igualdad, el respeto, la honradez, el trabajo en equipo, la motivación y la autoestima personal. De aquí que sea la propia Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura la que, buscando ampliar el alcance de sus cometidos, ha adoptado al deporte como uno de sus estandartes para el desarrollo y la paz en todo el planeta. Esta fecha es un llamado a todas aquellas instancias involucradas con los deportes, tales como oficinas gubernamentales, federaciones y asociaciones internacionales, nacionales y locales, asociaciones civiles, así como empresas privadas, para que sumen esfuerzos que confieran un mayor alcance a las prácticas deportivas, al operar esquemas permanentes de cobertura para los diversos sectores de la población, en forma especial donde su práctica constituya un elemento imprescindible para el fortalecimiento del tejido social. En nuestro país, es relevante y precisa la ubicación del derecho a la cultura física y a la práctica del deporte en el artículo 4 constitucional, del cual se deriva un abanico de acciones dirigidas al bienestar del individuo y las familias dentro de la sociedad, a partir de concebir al deporte como un componente de los derechos humanos. Se trata de ser mejores personas con la ayuda del deporte, para fortalecer la idea de ciudadanía y consolidar una mejor sociedad.   Por RODOLFO LARA PONTE