Una señora de la Armada

Una carta triste, dolorosa, de lo que viven familiares del personal de la Armada de México

Hace unos días, con motivo de la columna que intitulé “La Marina, cabizbaja” (El Heraldo, 1 de marzo), entre los comentarios que recibí, está uno: el de una mujer de la Armada que deseo compartirles. La intensidad de sus palabras y su mirada ante lo que vive (su nombre lo reservamos), es lo que nos lleva a publicar algunos párrafos de su carta. Dice así: Me confieso escribiendo este intento de agradecimiento contaminado de una mezcla de dolor, profunda INDIGNACIÓN y consternación. Le comparto que, de señora a señora, yo soy “una de la Armada” que ha vivido en y por ella durante 20 años formando una familia (acompañando a mi esposo en su trayectoria laboral). Recibí su nota gracias a que me la compartió una gran amiga y que no ha dejado de llegarme por medio de muchas más, todas haciéndolo con profunda TRISTEZA y con más dolor por coincidir con la misma. Le puedo decir que ése es el COLECTIVO porque ellas también son señoras del medio o de la Armada. SOMOS: la señora que alienta, que muchas veces hace de padre y madre, que consuela, que contiene, que recibe a ese oficial que NO tiene un horario respetado de trabajo, ni hablar de un sindicato que defienda “sus derechos”, QUE ENTIENDE POR QUÉ LO QUIERE Y “DEBE HACERLO”, porque sin esas mujeres la mitad del trabajo no podría realizarse; si bien no estamos en la nómina, somos un recurso y capital importante para la institución. Somos las encargadas de que ese uniforme esté impecable tanto para una ceremonia como para una batalla en los operativos, somos la que empaca y muchas veces desempaca en la soledad y lejanía de los suyos y ni decir de la tierra natal, somos las que la hacen de exploradoras en tierras desconocidas para siquiera encontrar colegios para sus hijos en lugares donde nunca habría imaginado vivir. Somos las que escuchamos, somos las que callamos y ahora, ahora somos las que lloramos por dentro al ver que el trabajo y desempeño de sus maridos no lograron siquiera cimentar para que se mantuvieran dignos de una atención. De una atención, porque si el presupuesto no aumenta, pues que no disminuya, que seguimos carentes de servicios de buenos hospitales, NO PASA NADA. NADIE DICE NI ENFRENTA A NADIE. NO NOS SABEMOS DAR EL VALOR QUE MERECEMOS. El uniforme que muestran con especial ORGULLO no es garantía para que otros vean más allá de su significado, no les permite ver que son humanos, que trabajan día a día incansablemente POR SERVIR A MÉXICO, que son humanos que dan resultados y los han sabido demostrar... Así que, con la frente en alto, ¡LE DOY LAS GRACIAS! Porque no se trata de partidos, no se trata de gobiernos, se trata de querer VER y usted lo hizo, vio lo que muchos quisiéramos reclamar y no hacemos porque hasta eso va en el uniforme ¡HONOR Y LEALTAD! Sinceramente, una señora de la Armada.   ...  

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