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Las cosas por su nombre

La corrupción en México no es la que conocíamos, sino la que le conviene al Presidente

OPINIÓN

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La lucha contra la corrupción de AMLO y su gobierno es digna de encomio. Las últimas medidas demuestran una contundencia inesperada y determinación envidiable. El nombramiento de Yasmín Esquivel Mossa como ministra de la Suprema Corte, esposa de Riobóo, íntimo de López Obrador, supone un antes y un después en el combate al tráfico de influencias y conflicto de intereses en nuestro país. Más decisivo resulta que la titular de la Secretaría del Trabajo, Luisa María Alcalde, mantenga el cargo cuando su padre, Arturo Alcalde Justiniani, es reconocido asesor de varios sindicatos. Si alguien pensó que el combate contra la corrupción eran sólo palabras no podía estar más equivocado. Por eso Andrés Manuel felicitó a la nueva integrante de la Suprema Corte de Justicia y desestimó cualquier conflicto causado entre padre e hija. La corrupción en México no es la que conocíamos, sino la que le conviene al flamante Presidente. Una vez en el poder el pueblo bueno -Olga Sánchez Cordero, Jiménez Espriu, Luisa María Alcalde-, luego de llegar a San Lázaro el pueblo sabio -Ricardo Monreal- y al Senado, el pueblo austero y honesto -Napoleón Gómez Urrutia-, pueden contarse las horas para que la corrupción desaparezca. Tan intenso y efectivo es el combate que Andrés Manuel ya ha declarado que la corrupción ha desaparecido excepto en un sector incómodo y pertinaz, el de la Mafia del Poder. Los servidores públicos de gobiernos anteriores sí tienen conflictos de interés y sobre ellos recae la sospecha del tráfico de influencias, motivos por los que, una vez aprobada la iniciativa, no podrán trabajar en la empresa privada y deberán vivir del aire. Caso contrario es el de Yasmín Esquivel y Luisa María Alcalde, cuyos nombramientos se apegaron en todo momento a la reglas éticas más estrictas del servidor público. En la 4T, el final siempre es feliz: el pueblo bueno y sabio gana, y la mafia del poder y los fifís pierden. Cuesta entender cómo no se aplicaron antes estrategias tan eficaces para combatir la corrupción. También parece difícil comprender que no se hubiera encontrado una fórmula tan expedita para ponerle un alto: los de López Obrador no son corruptos, los demás sí. Todo bien aderezado con legiones de bots que aplauden cualquier decisión presidencial y acosan a los inconformes. La libertad de expresión también participa de ese feliz desenlace. No hay duda de que en algunas semanas se llamará al apoyo a López Obrador libertad de expresión y censores a los disidentes. Andrés Manuel da la vuelta a la situación para llegar al mismo principio disfrazado de novedad: los morenistas no fueron priistas, ni perredistas, ni panistas. La corrupción sólo existe en los adversarios. Frente a la flagrancia del tráfico de influencias y conflicto de intereses, la 4T niega la mayor para reconvertirlos en reconocimiento al esfuerzo y al talento.

Diacrítico. La 4T sólo es un montón de palabras que distorsiona una realidad que acabará imponiéndose y llamando a las cosas por su nombre.

 

jcamacho68@gmail.com

@camacho_jorge