El caso actual de Venezuela recuerda lo que sucede en una colmena cuando la abeja reina ya no responde a las necesidades de su población.
Lo anterior normalmente se presenta cuando la reina es afectada en una de sus extremidades (un ala o una de sus patas), lo que le impide hacer su tarea esencial que reside en sembrar huevecillos de manera uniforme en todos los hexágonos de cada uno de los bastidores que integran la llamada cámara de cría, generándose así un desequilibrio que es rápidamente advertido por la población de zánganos y obreras, quienes de inmediato se apresuran a corregir el mal mediante la gestación de nuevos huevos de reina, alimentados por jaleas reales segregadas por las propias abejas, lo que dará origen al nacimiento de una nueva reina y la consecuente expulsión de la abeja que está atrofiada.
Así acontece en esta sociedad animal, en este caso de las abejas, lo cual sea dicho de paso, es un insecto vital para la vida del planeta y uno de los más antiguos de que se tenga memoria, lo que nos debe inducir a imitarlas, procrearlas y defenderlas de agresiones del medio ambiente inducidas por el hombre, a través de un gran cúmulo de sustancias y componentes de muy diversos tipos.
Regresando al tema de Venezuela, e independientemente de ideologías, hoy se registra en ese país un gran número de indicadores políticos, sociales y económicos que no hacen más que advertir, como sucede en la apicultura, el mal funcionamiento de la autoridad que se ha traducido en represión, inseguridad, presos políticos, violación de los derechos humanos, así como la escasez de bienes y servicios, desempleo, desesperanza y la huida de grandes núcleos de la población —tres millones de personas, según la Organización de las Naciones Unidas— hacia países vecinos —como Colombia, Ecuador, Perú o Brasil—, en donde si bien han encontrado cobijo, se ha generado de parte de los gobiernos receptores y del mundo, en general, una situación de gran rechazo hacia el actual gobierno de Venezuela, encabezado por el dictador Nicolás Maduro Morales.
Es hora, por tanto, de que esta dictadura, como hay otras en la región, asuman su fracaso como gobernantes y abandonen el poder permitiendo nuevas formas de convivencia, sin violencia, con seguridad y los mínimos de bienestar al que cualquier grupo poblacional aspira.
Venezuela, en particular, es un país que ha invertido grandes sumas en educación para su población, es un pueblo altamente dotado de recursos naturales. ¡Venezuela merece un gran futuro por delante!
Por AGUSTÍN GARCÍA VILLA