¿Por qué los empresarios de todos los sectores, desde los cupuleros hasta los cupuleritos, asistieron el lunes en tropel a Palacio Nacional para presenciar el alumbramiento del Consejo para el Fomento a la Inversión, el Empleo y el Crecimiento Económico? ¿Por qué se mostraron sumisos ante el Presidente de la República? Respuesta sólo hay una: porque tienen mucho miedo que regrese el populismo y de lo que pueda hacer el gobierno de la 4T en su contra.
Si tienen miedo ¿Por qué los dirigentes del CCE, CMN, Coparmex, Concamín, et al no se atreven a alzar la voz por aquellas decisiones del Ejecutivo que les afectan, y de los agravios de los que han sido víctimas? Lo que ocurre es que están desunidos, desprestigiados, desmoralizados y sin brújula, responde un puntilloso observador empresarial. Peor aún, desde hace 25 años no tienen un líder porque los neoliberalesse encargaron de cooptarlos y a muchos de ellos los corrompieron. Y documentan: Gerardo Gutiérrez Candiani, dirigente del CCE en el sexenio de Enrique Peña Nieto, terminó siendo empleado del secretario de Hacienda, Luis Videgaray. La tibieza de los Ricardos del Siglo XXI obliga a recordar la campaña de desprestigio que instrumentó desde el principio de su sexenio Luis Echeverría Álvarez, misma que profundizó a la mitad de su administración diciéndoles: “No basta con crear fábricas eficaces; es necesario canalizar los recursos económicos de los ricos y poderosos, de los banqueros e industriales… para resolver el problema de sus semejantes. Se dicen cristianos y no lo son porque no ayudan a sus semejantes, en muchas cosas podrían ayudarlos; se dicen cristianos y se dan golpes de pecho, lo cual es muy fácil, pero no establecen instituciones de desarrollo económico y en especial de los marginados… Por eso, a veces, aunque crean industrias, son profundamente reaccionarios, enemigos del pueblo”.
El encontronazo Echevería-Ricardos tuvo su clímax con la muerte a manos de un comando guerrillero del industrial ícono de los hombres del norte: Eugenio Garza Sada. Durante la oración fúnebre en honor del poderoso regio, hizo uso de la palabra, en nombre de la comunidad empresarial, Ricardo Margáin Zozaya, quien no le dejó hueso sano al presidente Luis Echeverría, quien estuvo presente en el sepelio, y a quien le dijo, entre otras bonitas cosas: “Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el estado deja de mantener el orden público; cuando no tan sólo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte. Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, del cual formaba parte destacada el occiso, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre las clases sociales. Cuando no se desaprovecha ocasión para favorecer y ayudar todo cuanto tenga relación con las ideas marxistas a sabiendas de que el pueblo mexicano repudia este sistema opresor.”
¡Qué tiempos aquellos!
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