Uno de los saldos indiscutibles de este 2019 en Estados Unidos es la consolidación de una agenda cruel, xenófoba y populista en materia migratoria, en medio de un aparente caos del que Donald Trump ha sacado gran ventaja.
Su Presidencia es testimonio de la transformación brutal y quizá permanente de la política contemporánea. Recién votados los artículos de impeachment, Trump dirigió una carta especialmente virulenta a Nancy Pelosi, acusándola de querer violentar el resultado electoral y deponerlo ilegalmente, denuncia que ha mantenido como centro de su discurso. Estos eventos son para poner los pelos de punta a cualquier observador de las consolidaciones democráticas. Pero para Trump el saldo pareciera blanco en principio, y si se descuidan los demócratas, aún podría costarles. La aprobación de Trump no ha empeorado mucho, con una mayoría estable de 52% en su contra, pero sus probabilidades de reelección en 2020 permanecen aproximadamente igual que antes del inicio del famoso juicio político.
Falta la última etapa, cuando el Senado previsiblemente lo absuelva, pero parece claro que toda la elección de noviembre próximo dependerá de qué tan exitosa es la fórmula demócrata en convencer a los votantes de estados indecisos de sustituir a quien ha resultado un político confiable. Por terrible que esto suene, es una realidad. Trump ha sido bastante exitoso en cumplirle a su base electoral la promesa nativista en lo económico y lo político por la que lo votaron.
El mejor ejemplo de ello es la materia migratoria. A menos de tres años del arranque de su Presidencia, Trump ha logrado iniciar la construcción del muro que tanto ofreció (aunque va más lento de lo que él quisiera), pero sobre todo, ha forzado a México y varios países centroamericanos a doblarse a sus designios. Mientras acá nuestra recién inaugurada Guardia Nacional se dedica a frenar y regresar migrantes a sus países de origen, El Salvador, Honduras y Guatemala han aceptado acuerdos en los que los migrantes tienen que solicitar protección primero en aquellos países para poder ser considerados para asilo político en Estados Unidos.
Ello sin mencionar los miles de niños, niñas y adolescentes separados de sus familias en la frontera que siguen sufriendo vejaciones indecibles en nuevos campos de concentración donde los retienen en condiciones deplorables. Nada de eso parece que cambiará, y a juzgar por el papel predominante que mantienen nacionalistas blancos en la Casa Blanca (como es el caso de Stephen Miller), esta agenda seguirá marcando la pauta, al menos durante todo 2020.
Y ante todo ello, la oposición sigue pasmada. No hay contrapropuesta razonable en materia migratoria entre los candidatos demócratas a la Presidencia, aunque la congresista Ocasio Cortez ha denunciado los campos de concentración fronterizos. Pero entre los aspirantes a la candidatura demócrata, ni despunta alguno con cierta probabilidad de éxito, ni mejora su posición en las encuestas frente a Trump. Así que obra en los anales este episodio como evidencia de cómo triunfa el populismo. Al menos hasta ahora.
Por Alejandro Poiré
@ALEJANDROPOIRE
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