Todo hombre de Estado, quiéralo o no, está sujeto al juicio de la historia. Dado que sus decisiones afectan el destino de millones de personas, aquellas deben ser juzgadas sin concesiones si se quiere apreciar su contribución real a la historia de un país.
No hay duda que Felipe Calderón es una de las personas más influyentes en las primeras décadas del siglo 21 mexicano. Como Presidente acumuló un enorme poder, producto de dos elementos principales: Su decisión de combatir abiertamente, con una “guerra”, al crimen organizado y la abundancia de recursos en una época de altos precios del petróleo, lo que dio al mandatario un razonable margen de acción para implementar sus políticas. De 2006 a 2012 fluyeron, como nunca, los recursos para la reestructuración del aparato de seguridad pública y los sistemas judicial y penitenciario.
Sin embargo, al dejar la presidencia, el expresidente pasó a un segundo plano. El juicio histórico sobre su desempeño se quedó en las críticas de las organizaciones civiles y en algunas columnas periodísticas. No hubo consecuencias políticas ni jurídicas de las decisiones del calderonato. Como tantas ocasiones en México, el pacto de silencio, si no de impunidad, acalló las críticas al pasado.
Durante el sexenio de su sucesor, su activismo se concentró en el entorno partidista. Algo extraño en un personaje aficionado a ser protagonista. Parecía que habría decidido pasar a un semi retiro voluntario, hasta que, al acercarse la siguiente elección presidencial en 2018, volvió al activismo en apoyo a su esposa Margarita Zavala.
El resultado de esa aventura familiar–electoral no fue el esperado y hoy su némesis, el hombre al que en 2006 le ganó la presidencia es Presidente de México.
Si algo le debía Calderón a AMLO, o viceversa, pareciera que llegó el tiempo de cerrar las cuentas.
Felipe Calderón vio la oportunidad de posicionarse como la principal voz opositora. Quizá vio una oportunidad en la debilidad de la oposición partidista o simplemente porque se sentía como el más indicado para volver a enfrentar a AMLO. En el escenario de 2021, la elección intermedia que definirá el resto del sexenio de López Obrador, Calderón ya visualizaba a su México Libre como la gran coalición opositora.
Sin embargo, las cosas cambiaron de un día para otro. La política es veleidosa y no tiene palabra de honor. El juicio histórico, con la captura de su mano derecha en seguridad, será siempre recordado.
Para vergüenza de México, el juicio será escenificado en Estados Unidos. Muchos enigmas rodean al personaje juzgado. La verdad histórica que se nos cuente será la que los fiscales y el juez estadounidense quieran contarnos. Pero a nivel de percepción, Felipe Calderón esta en entredicho. Cualquier juicio en México habría sonado a persecución política, pero viniendo de nuestros vecinos del norte es otra cosa. El veredicto sonará como altamente investigado, como científicamente soportado. Si no eran los miles de muertos, desaparecidos y desplazados suficiente prueba para demostrar que Calderón posiblemente se equivocó, el juicio americano podría demostrarlo. El juicio de la historia ha comenzado.
POR SERGIO TORRES ÁVILA
COLABORADOR
@SERGIOTORRESA
lctl