La tregua de Navidad

Una noche, el 24 de diciembre de 1914, el fuego cesó en un tramo del frente y se empezaron a escuchar villancicos

Tras la declaración de guerra en agosto de 1914, el ejército alemán avanzó ferozmente durante semanas, ocupando Bélgica y logrando adentrarse en territorio francés hasta ubicarse a pocos kilómetros al este de París. Fue ahí que se libró la batalla de La Marne, donde las tropas aliadas consiguieron dar un revés y detener el avance enemigo. Después de la batalla, cada bando se atrincheró en el límite de su territorio, formando dos hileras paralelas que se extendían desde la costa belga hasta el norte de Suiza.

Entre esas dos líneas, formadas por un complejo dispositivo de barricadas de costales, trozos de madera, alambres y canales de distribución de provisiones y parque, quedaba lo que a la postre se llamó La Tierra de Nadie. El historiador Eric Hobsbawn describió esa franja como “la maquinaria más mortífera que había conocido hasta entonces la historia del arte de la guerra”. En ese espacio fantasmal que dividía a las fuerzas opositoras en el frente occidental morirían en los años siguientes miles de jóvenes soldados en el intento por romper el impasse que continuaba alargando la guerra al paralizar los avances de ambas fuerzas.

Una noche, el 24 de diciembre de 1914, el fuego cesó en un tramo del frente. Los soldados de la Fuerza Expedicionaria Británica guardaron silencio al escuchar que del otro lado empezaban a escucharse cánticos navideños mientras se alumbraban linternas y aparecían pequeños árboles sobre las trincheras. Los soldados británicos respondieron con villancicos para sus enemigos, iniciando así un intercambio que duró toda la noche. Con las primeras luces de la mañana del día 25, los alemanes salieron de las guaridas gritando “Merry Christmas”, feliz Navidad, en la lengua de sus enemigos.

Los británicos primero pensaron que se trataba de una estrategia para engañarlos, pero al ver que sus adversarios iban desarmados, salieron a su encuentro en La Tierra de Nadie.

Las cartas que los soldados enviaron a sus familias en días subsecuentes relatan el asombro con el que ellos mismos vivieron la tregua que se dio a continuación. Ese día intercambiaron pequeños regalos, comieron y bebieron juntos, compartieron cigarros e incluso varios de ellos jugaron futbol. Aprovecharon esta ocasión también para recuperar los cuerpos de compañeros fallecidos en medio del campo de batalla y para llevar a cabo sus entierros. A los pocos días, se había abierto fuego de nuevo en todo el frente.

En tiempos de guerra, un impulso de paz se puede ser tomado por rebeldía. Los altos mandos de ambos ejércitos tomaron medidas para que un suceso de este tipo no se repitiera. Y, sin embargo, esos soldados impulsivos, que eligieron hacer un alto para compartir una celebración cuyo mensaje es la esperanza y el perdón, pasaron a la historia por su valentía.

Ojalá nunca se olvide el valor de saber hacer treguas. No hay disputa tan grande por la que no podamos permitirnos hacer una pausa para volver a encontrarnos.

POR FERNANDA CASO
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@FER_CASO


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