Juan Trump

El presidente AMLO emula a Trump en su discurso divisorio. Los dos habitan el mundo de la postverdad. Ambos, continuamente evocan un pasado nacionalista.

El presidente Andrés Manuel López Obrador y el presidente Donald Trump han construido una amistad insuperable. Juntos son dinamita, una pareja explosiva. Además de profesarse un gran afecto, los dos se procuran, apoyan y defienden. Mientras que en las conferencias matutinas el Presidente no pierde una sola oportunidad de agarrar tiro con la prensa, el empresariado o la sociedad civil organizada, a Donald no lo toca ni con el pétalo de una declaración.

Trump ha iniciado una campaña persecutoria en contra de la diáspora de mexicanos que se ha asentado en Estados Unidos. El embate mediático e institucional del gobierno estadounidense ha relegado a la indefensión a millones de mexicanos migrantes y de mexicoamericanos que podrían encontrar en las palabras del presidente AMLO seguridad y fe. Sin embargo el Presidente sabe que su amigo enfrentará en la urnas a su electorado el próximo noviembre.

El Presidente mexicano se ha desvivido en atenciones para su homólogo estadounidense. México, de facto, se ha convertido en tercer país seguro y con la ayuda de la recién formada Guardia Nacional: el verdadero muro entre los migrantes centroamericanos y el sueño americano. El fallido operativo en Culiacán posiblemente fue tan apresurado ya que había que congraciarse con el gobierno estadounidense. La presteza con la que ha atendido (afortunadamente) el caso de los asesinatos de los LeBarón, también es inusitada para los estándares de esta administración. Al presidente Evo –que había recibido un tratamiento soberbio del aparato estatal mexicano– se le invitó a cambiar sus correrías chilangas por una aventura porteña. Esta semana al que le tocó defender los intereses de Trump frente a la bancada demócrata en la Cámara de Representantes fue al subsecretario Seade que fue a fingir demencia al esgrimir que desconocía la presencia de attachés laborales en territorio nacional, como parte del nuevo tratado comercial de América del Norte.

El presidente AMLO emula a Trump en su discurso divisorio: los dos explotan una narrativa discriminatoria y clasista; sus políticas están encaminadas a contrarrestar los contrapesos de otros poderes y de organismos autónomos. Los dos habitan el mundo de la postverdad; continuamente evocan un pasado nacionalista y nuestro gobierno se ha convertido en el campeón del proteccionismo Republicano. Los dos han iniciado una cruzada en contra de la prensa y utilizan las estructuras gubernamentales para anular disidentes.

El manual ideado por Trump considera el lucro electoral de las masas asociadas con la Iglesia evangélica. Desde el inicio de la administración del presidente AMLO, los grupos evangélicos también han recibido canonjías que van desde la concesión de medios hasta la entrega de Bellas Artes para celebrar a su líder, Naasón García, pasando por la presentación esta semana de una iniciativa que intenta eliminar la separación indisoluble entre la Iglesia y el Estado. México y Estados Unidos están peligrosamente cerca.

POR ALEJANDRO ECHEGRAY
*CONSULTOR
@AECHEGARAY1

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